Dos miradas

Retroceder un minuto

EMMA RIVEROLA

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Un minuto, un segundo, si hubiera podido, la hija deReynaldo Dagsahabría pedido a los Reyes Magos retrasar unos segundos el reloj, apenas nada, justo el instante en que la mirada de su padre, concejal filipino, se cruzaba sin verse con la del hombre que le cegaría para siempre.

A través de la óptica de la cámara,Dagsaquizá estaba pendiente de la sonrisa de su mujer, de que su suegra dejara de tocarse aquel mechón rebelde o de que su hija, al fin, le mirara. Él no vio más allá. No se percató de que la muerte le apuntaba a un metro escaso de su familia. CuandoDagsadisparó el obturador de la cámara estaba vivo, cuando separó la mirada de la pantalla, agonizaba herido en el pecho y el brazo. La fotografía inmortaliza la frontera, el instante preciso entre la muerte y la vida. Esa centésima de segundo en que todo cambia. Esa centésima que, como una encrucijada, determina el destino. La vida es la suma de miles, de millones de segundos. Algunos felices, muchos monótonos; algunos acompañados, otros solitarios; algunos resbalan dormidos, otros provocan pellizcos en el alma, y siempre hay esos, esos que nunca deseamos ni soñamos, esos que invariablemente quisiéramos que las manecillas del reloj nos retornaran. Una curva mal tomada en la carretera, un ya no te quiero en boca de quien amas, una carta de despido o, por qué no, un minuto perdido leyendo este artículo.