Pequeño observatorio

El respeto debido a los colchones

Medio hundido en una pirámide de paja, a veces oía los ronquidos de Camilo José Cela

Una mujer duerme en un sofá.

Una mujer duerme en un sofá. / periodico

JOSEP MARIA ESPINÀS

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Iba pasando páginas, leyendo este diario, cuando me he parado en el texto que encabezaba una de ellas: «Un gigante del descanso». (Un inciso: me gustaría saber el origen de muchas marcas comerciales, marcas que a veces reproducen el nombre de la tienda o la empresa y también el apellido del propietario). ¿Una empresa voluminosa se puede llamar Pikolin? Pienso en aquella canción que hace años fue popular: "Questa piccolissima serenata con un hilo di voce si può cantar....". Ahora aquella empresa no tiene nada de pequeñísima. Dicen que es la fábrica de colchones más grande de Europa. Dicen que el año pasado fabricó unos 700.000 colchones.

¡Qué invento, el colchón! La humanidad ha pasado siglos y siglos durmiendo en el suelo, buscando, supongo, los terrenos menos incómodos. Lejos de zarzas y piedras demasiado duras. Hay una advertencia popular que dice: «El que de joven no trabaja cuando es viejo duerme en la paja». Yo he dormido en un pajar cuando caminaba por Catalunya. No se puede decir que fuera la mejor preparación para la etapa venidera. Medio hundido en una pirámide de paja, a veces oía a Camilo José Cela que roncaba. Añoré un colchón. Un nombre de origen árabe y ya se sabe que los árabes ricos disponían de lujos como saber y poder proteger el culo -con perdón- cuando la dureza del suelo lo hacía necesario.

En tiempos modernos los colchones han adquirido la forma adecuada para cubrir todo el lecho de forma regular y de tamaños aptos para recibir un cuerpo. Pero algo debe haber cambiado, porque ya hace años que no he visto a un colchonero en funciones. Yo había contemplado cómo un colchonero se instalaba en la terraza de casa y ponía en marcha el apaleamiento sistemático de los colchones, con unos bastonazos poco violentos perfectamente repartidos para que los colchones recuperaran la forma y el volumen. Hay algunos políticos que tienen vocación colchonera. Se trata de picar y recuperar