LOS EFECTOS DEL TURISMO

Residentes de una franquicia

La vida de los comercios del Born y la Ribera se debería calcular en años de perro. Cada año en este barrio vale por siete en otro lugar

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Jordi Puntí

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Se llama Espai Verd y pronto cerrará para siempre. Es una de las dos tiendas naturistas que hay en mi barrio, el Born, y comprábamos allí cuando queríamos sentirnos saludables o alguien nos había hablado de las propiedades milagrosas del colágeno hidrolizado. El otro día enviaron un mensaje a los clientes contando que liquidan existencias porque tienen que cerrar. El propietario les va a subir mil euros en el alquiler --así, de una tacada-- y ni se ha tomado la molestia de negociar, le sobran las ofertas. Espai Verd no saldrá en los periódicos porque no hace 87 años que abrió, como el Bracafé de la calle Casp, pero a veces pienso que la vida de los comercios del Born y la Ribera se debería calcular en años de perro. Cada año en este barrio vale por siete en otro lugar, y así quizá sí que hace más de medio siglo que Espai Verd sirve a los clientes, al igual que la floristería de la calle Rec, o la papelería de la calle Montcada. Qué proeza, por cierto, sobrevivir tantos años frente al Museo Picasso!

Restaurante mexicano

Me pregunto qué abrirán en el lugar del Espai Verd. ¿El enésimo restaurante mexicano? (Esta temporada tocan los mexicanos.) ¿Otro café franquicia, todo muy blanco y con pastas y pan previamente congelados? ¿Una tienda de gorras, otra heladería, una de alquiler de bicicletas? A lo mejor habría que hacer una encuesta entre los inquilinos de Airbnb, a ver qué preferirían. En 500 metros de la calle Princesa me salen cinco supermercados de esos que abren hasta tarde (para vender alcohol), y cinco tiendas de souvenirs baratos: viendo la falta de diversidad y el poco control por parte del ayuntamiento, pues, lo más probable es que pronto abran otra.

Estos días van a repintar las (pocas) plazas de parking reservadas a los conductores que viven en el barrio. Ahora las líneas de la zona verde serán de color blanco y con la leyenda “residentes”. Parece la formulación de un deseo, más que una realidad: como si así, apelando a los vecinos, pudieran minimizar la transformación imparable de la ciudad y evitar que al final todos los que estamos de alquiler nos vayamos.