Las consecuencias de la crisis

Remesas, otra cara de la emigración

Los países receptores de los envíos de sus expatriados no siempre administran bien esos flujos

Remesas, otra cara de la emigración_MEDIA_2

Remesas, otra cara de la emigración_MEDIA_2

ANWAR ZIBAOUI

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El fenómeno migratorio se ha convertido en uno de los grandes protagonistas del debate público en muchos países de destino, como ha sido España hasta ahora. Y la preocupación se va agrandando. El tsunami económico que recorre el mundo desde el 2008 ha dejado a 200 millones de personas sin empleo y desató graves disturbios en Grecia, Egipto y muchos otros lugares. Una de las salidas que muchas personas eligen -y algunos gobiernos promueven- para aliviar esta presión es la emigración. En el 2013, el 3% de la población mundial (o sea, unos 232 millones de personas) vivía y trabajaba fuera de su país de origen. En España la cifra aumentó un 6,6 % en el 2013: ya hay dos millones de españoles en el extranjero.

Los PERIÓDICOS acontecimientos de Ceuta, Melilla o Lampedusa son un reflejo del impacto de la desesperación que provocan el hambre, el paro, la violencia o los conflictos bélicos. Para muchas personas, emigrar no es solo una oportunidad para mejorar su nivel de vida, sino una necesidad. Además, ahora la emigración empieza a tomar la dirección opuesta a la habitual y el libre desplazamiento de capitales y mercancías lleva también a las personas del norte al sur, o del sur al sur. El inmigrante debería dejar de ser una persona sin patria para ser una persona de dos o más países.

En este contexto, las remesas de los trabajadores en el extranjero constituyen un recurso fundamental para muchas economías en Asia, América Latina, África, Oriente Próximo y algunos países europeos. A medida que la economía mundial continúa su recuperación gradual, las cifras revelan un aumento de las transferencias de remesas. La economía receptora de emigración valora ese capital humano como un factor para su desarrollo. Para los países emisores, aunque los emigrantes y sus flujos monetarios son ya un factor clave de sus economías, es innegable que esa pérdida de capital humano, sobre todo el cualificado, es insustituible. No solo por el coste social en él invertido, sino por lo difícil que es reponer ese capital. Pero el crecimiento del comercio y la globalización han promovido que el trabajo se mueva en busca de oportunidades, y a pesar de las incertidumbres se prevé un aumento de la movilidad humana.

Las divisas de las diásporas son vitales para el desarrollo. En el 2013 las transferencias alcanzaron los 414.000 millones de dólares. Se espera que lleguen a 550.000 millones en el 2014 y a 700.000 millones en el 2016. Son cifras que triplican el tamaño de la ayuda al desarrollo y superan a sectores clave de la economía de muchos países. El listado de los principales países receptores de remesas lo encabeza la India con 70.000 millones de dólares, seguida de China con 60.000, Filipinas (26.000), México (22.000), Nigeria (21.000) y Egipto (20.000). Otros grandes receptores son Pakistán, Bangladés, Vietnam y Ucrania.

Hay que hacer un gran esfuerzo para administrar el flujo de remesas. Los gobiernos y los reguladores económicos están intensificando las políticas para fomentarlas. Sin embargo, en muchas partes del mundo los canales informales de transferencias ofrecen gran resistencia. Una de las claves para la mejora sería reducir los costes del envío de las remesas, que pueden llegar a representar el 9% de su valor. Estos costes pueden disminuir mejorando la transparencia, las innovaciones tecnológicas y la liberalización, lo que generaría 15.000 millones de dólares en ingresos para los países receptores.

Además, los gobiernos deberían tener en cuenta que las remesas no son dinero público. Son envíos personales. Es probable que gravarlas o dirigirlas hacia inversiones específicas resulte ineficaz. Solo pueden generar rentas e inversión cuando están respaldadas por una política transparente y un buen entorno inversor.

Las remesas reducen el paro y la pobreza y ayudan a mejorar el rendimiento económico, especialmente si se destinan a financiar la educación infantil y los gastos sanitarios. Incluso cuando se usan para el consumo generan efectos multiplicadores, especialmente en países con un elevado índice de desempleo. De hecho, hay países de Oriente Próximo cuyas economías se basan en los flujos migratorios. Los inmigrantes suponen casi el 86% de la población de Catar o Dubái. Por eso las remesas son tan importantes para los países de esta región, sean emisores o receptores.

La carencia de políticas eficaces y actualizadas que aborden de manera eficaz el tema de la movilidad humana ha planteado un desafío a la comunidad internacional, lo que nos recuerda en primer lugar que el carácter universal de los derechos humanos y libertades fundamentales no debería admitir dudas.