OPINIÓN
Rehenes
La huelga de ayer robó varias horas de la vida de mucha gente que tal vez ahora se rebele contra la causa enarbolada
Óscar Hernández
Periodista
ÓSCAR HERNÁNDEZ
Vaya por delante que el derecho a la huelga, a la protesta o al pataleo son sagrados. Gracias a la manifestación colectiva de la discrepancia se han conseguido afianzar otros muchos derechos. Y cualquier tentación de reprimir esas movilizaciones legítimas amenaza la esencia de la democracia.
Otra cuestión es si esas huelgas deben implicar el secuestro de miles de personas. Los cortes de calles y carreteras de la aturada de país, especialmente los de la AP-7, provocaron que decenas de miles de personas quedaran atrapadas durante más de tres horas en sus vehículos, sin poder cubrir sus necesidades más básicas. Algunas tuvieron que utilizar los arcenes como urinarios y muchas más sufrieron ayuno forzoso. Y casi todas vieron truncados de cuajo sus planes: una visita al médico, acudir al trabajo para que no le descontaran la jornada, entregar una mercancía, recoger a los niños en el colegio…
Nuestra larga experiencia en huelgas y movilizaciones debería habernos enseñado que no se puede utilizar a la población como rehén. Y en caso de que esta fuera la única medida efectiva, hay que evitar que se convierta en un terrible e interminable calvario. ¿Cómo? Pues como hicieron los vigilantes de seguridad del aeropuerto. No cerraron los controles de seguridad, sino que ralentizaron el servicio. Provocaron una gran retención, sí, pero no impidieron que nadie embarcara. Y bastó.
Los que ayer cortaron la AP-7 podrían haberla cerrado una hora y abierto después. Y así sucesivamente, durante todo el día. Habrían causado el caos, pero no robado varias horas de la vida de mucha gente que tal vez ahora se rebele contra la causa enarbolada.
Las manifestaciones independentistas han demostrado una cierta originalidad en su puesta en escena. El carácter festivo ha ido de la mano de la reivindicación sin inmovilizar hasta ahora por la fuerza a quien no quería participar. ¿Por qué no recuperar esas buenas ideas y evitar utilizar a la población como rehén?
Seguro que una concentración de miles de personas desnudas en la plaza de Sant Jaume para explicar cómo se sienten también acapararía portadas y abriría telediarios en todo el mundo. Es solo una idea. Habría sonrisas y ningún rehén.
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