La situación económica

¿Regreso de España?

Las bases de la recuperación no podrán impulsarnos por mucho tiempo si no crece sustancialmente la productividad

Cadena de montaje de Seat en Martorell.

Cadena de montaje de Seat en Martorell.

JOSEP OLIVER ALONSO

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Los últimos días han sido pródigos en buenas noticias: la prima de riesgo ha caído por debajo de los 90 puntos básicos, algo no visto desde el 2010, y Fitch, la agencia de calificación de riesgos, ha mejorado la de la deuda pública española. Estamos, pues, en presencia de uno de los más profundos cambios operados desde el inicio de la recuperación en el 2014: el lento, y parece que imparable, regreso de España al club de los más solventes

Ante un diagnóstico tan positivo muchos arrugarán el entrecejo. Si la mejora es tan evidente, ¿cómo es que tantos no la perciben? Lastimosamente, en la dinámica cíclica del capitalismo las cosas son siempre así. Como afirmó Kennedy en 1963, cuando sube la marea todos los barcos flotan y, si el crecimiento continúa profundizándose, tarde o temprano también todos terminarán sintiéndolo. Pero postular lo anterior es compatible con estar preocupados por la fragilidad de las razones que explican la bonanza actual. Vayamos, pues, por partes: primero, la fortaleza de la recuperación y, a continuación, la resiliencia de los elementos que la empujan.

Datos positivos

Sobre la mejora en curso hay pocas dudas. A la espera de los últimos datos de cierre del 2017, el empleo habrá aumentado unos dos millones los últimos cuatro años, empujando al alza las rentas salariales; añadan a ellas, el incremento de los ingresos de autónomos, la caída de impuestos y de tipos de interés y el aumento de la riqueza (inmobiliaria y financiera), entenderán la fortaleza del consumo privado: desde inicios del 2014 ha crecido más del 10% en términos reales; por su parte, la inversión continúa con su recuperación (avance real del 26% en el periodo 2014-17 para la efectuada en bienes de equipo). En suma, el PIB supera ya, en términos reales, casi en el 3% el del tercer trimestre del 2017. Por último, seguimos con un superávit exterior en torno al 2% del PIB, de forma que los años 2013-18 definen ya el periodo más dilatado de la moderna historia del país en conseguirlo.

¿Hasta qué punto este crecimiento es sostenible? En este diagnóstico hay buenas y malas noticias. Primero las buenas. Una parte sustancial de la mejora en la cualificación de la deuda refleja que el sector privado (familias y empresas) ha continuado reduciendo su endeudamiento: en relación al PIB se sitúa ya en la media de la eurozona, en el entorno del 160%, muy lejos del 240% del 2010, y ello en un clima de moderada recuperación del crédito

Bajo valor añadido

Las malas noticias señalan al muy elevado endeudamiento público y la importante deuda neta exterior (cercana al 85% del PIB), muy por encima de los requisitos demandados por la Comisión (60% y 35% del PIB, respectivamente), y la fragilidad de la mejora externa y el bajo crecimiento de la productividad, dos caras de la misma moneda. Porque el fuerte aumento del empleo se ha dado en sectores de relativamente bajo valor añadido (entre el 2014 y el 2017, de los dos millones de empleos, unos 500.000 se han creado en la hostelería), y porque una parte sustancial del incremento en exportaciones (en bienes y servicios) se ha basado en gran medida en la devaluación interna.

Si suman que los vientos de cola que nos han impulsado desde el exterior (bajos tipos de interés del BCE, euro barato, muy reducidos precios del petróleo y crisis geopolítica en el Mediterráneo) están comenzando a aflojar, comprenderán que el saldo exterior, nuestro talón de Aquiles dado lo que debemos al resto del mundo, puede comenzar a experimentar problemas en poco tiempo

Cómo aumentar la productividad

¿El mejor de los mundos, pues? En absoluto. Si no aumentamos sustancialmente el crecimiento de la productividad, las bases de la recuperación no podrán impulsarnos por mucho tiempo. Pero, ¿cómo aumentarla? ¡Ay! Esa es harina de otro costal, porque implica reformas estructurales de calado, que deberían afectar a la educación, la política de I+D, las infraestructuras y la reorganización del sector público y del sistema judicial, entre otros aspectos críticos. O sea, una política orientada, obsesionada si me permiten, al crecimiento del producto por persona.

¿Alguien, algún partido, está dispuesto a ello? Lo dudo: el país sigue apegado a su carácter mediterráneo. Es decir, posponer la solución de los problemas hasta que la realidad nos obligue: es el 'carpe diem' aplicado a la macroeconomía. Pero hoy, y este es el lado oscuro de la situación, no aprieta en demasía. Por ello, habrá que esperar para que se adopten las medidas necesarias. ¿Esperar a qué? A que la situación sea insostenible. ¿Regreso de España? Sí, para lo bueno y para lo peor.