EL RADAR

Refugiados e inhumanidad

La de los refugiados es sin duda una batalla ideológica, por ellos, pero también por nosotros, por el alma de Europa

Una balsa con inmigrantes a la deriva en el Mar Mediterráneo a unas 36 millas náuticas de la costa libia antes de ser rescatados por la ONG  Proactiva Open Arms.

Una balsa con inmigrantes a la deriva en el Mar Mediterráneo a unas 36 millas náuticas de la costa libia antes de ser rescatados por la ONG Proactiva Open Arms. / periodico

JOAN CAÑETE BAYLE

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“No son refugiados, son personas”, escribió en una carta a Entre Todos Man Hoh Tang Serradell, de Barcelona, y si hubiera que resumir en una frase el sentir de la comunidad de Entre Todos sobre los refugiados ta vez con esta bastaría, “No son refugiados, son personas”, si alguien muestra inhumanidad en este asunto non precisamente los que huyen de la guerra. Su historia puede contarse como un cúmulo de inhumanidad. La de los combatientes en primer lugar, el régimen sirio, el Estado Islámico, las potencias extranjeras que juegan al ajedrez en país ajeno y con vidas de otros. La de las mafias que trafican con el miedo y la esperanza de quien nada ya tiene. La de los periodistas que zancadillean a asilados, que difunden “hechos alternativos”, falsedades repletas de odio y resentimiento. La de los políticos y gobiernos xenófobos que se niegan a acoger a los refugiados porque son pobres y diferentes y alientan los bajos instintos. Y la de los Estados que levantan muros, reales o virtuales, que pagan a otros para que no se sepa lo que hacen, que olvidan quiénes son, quiénes han sido, quiénes querían ser. “Apreciados refugiados, lamentamos comunicaros que las puertas están cerradas. Pero no para todo el mundo. Esta carta va dirigida a aquellos que estén huyendo de cualquiera de las execrables situaciones que hemos creado los seres humanos: la guerra, la pobreza extrema, la intolerancia. (…) Sinceramente, Europa”escribía Laila Vivas, de Barcelona.

POR DELANTE DE LOS GOBIERNOS

Es la de los refugiados también una historia de humanidad. La de los cooperantes y voluntarios, la de las oenegés y algunos ayuntamientos, la de la sociedad civil, que en este asunto ha ido muy por delante de sus gobiernos y de sus Estados. Sí, la xenofobia recorre Europa, y el odio a los refugiados, la islamofobia, más que una causa es una consecuencia. Pero el ruido de los racistas, su innegable auge, la actitud vergonzante y vergonzosa de tantos políticos, no debe hacer olvidar que hay otra gente que tal vez no vomite en los comentarios de las noticias en las webs, que quizás no alza tanto la voz, que a lo mejor ni siquiera acudió a la manifestación de Casa Nostra, Casa Vostra, pero que no es xenófoba, que siente vergüenza de bañarse en verano en esa fosa común en que se ha convertido el Mediterráneo, que mira y remira y no puede creerse las imágenes que llegan del Tarajal. “Sigue muriendo gente. Cada día y a cada hora. Si no muere más gente es porque existen personas que se dedican a salvar vidas, aunque nadie les haya rezado para que lo hagan. En el 2016, más de 4.200 migrantes han muerto durante el peligroso cruce del mar Mediterráneo, según informó Leonard Doyle, el portavoz de la Organización Internacional para los Migrantes”, escribió en su carta Adrià Huertas, de Barcelona.

Llevamos años recibiendo en Entre Todos cartas exigiendo acción contra la inacción, reacción ante la pasividad, indignación ante la indiferencia. “Somos muchas las personas que ante una crisis humanitaria como la de los refugiados sin refugio pedimos algo más que palabras, queremos hechos, o mejor dicho exigimos un solo hecho, por lo menos por ahora: que nuestros gobernantes, que son quienes pueden y deben poner los medios necesarios para por lo menos minimizar dicha crisis, paren en la medida de lo posible el golpe cubriendo las necesidades básicas de las víctimas”, escribe Albert Roca, de Barcelona.

PROFECÍA AUTOCUMPLIDA

A veces, la resignación con la que se da por hecho que la peor, la más fea, inhumana y atroz de las salidas es la que se acabará imponiendo acaba siendo una suerte de profecía autocumplida. La de los refugiados es sin duda una batalla ideológica, por ellos, pero también por nosotros, por el alma de Europa. Si el nuevo fascismo que quiere dejarlos morir en el Mediterráneo se impone, perderán los refugiados, pero también perderemos muchos de nosotros. Ya estamos perdiendo.