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La reforma fiscal de Trump: ¿inyección productiva o financiera?

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donald trump / AP / SUSAN WALSH

Alexandre Muns Rubiol

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En diciembre Donald Trump consiguió que el Congreso de EEUU aprobara la mayor reforma fiscal desde 1986. Recorta los impuestos a los ricos y clase media sin disminuir el gasto, lo cual añadirá 1,5 billones de dólares a la deuda de EEUU en la próxima década. Pero la bajada del impuesto de sociedades del 35% (el más alto en la OCDE) al 21% sí se considera acertada. La ley pretende asimismo que parte de los 2,6 billones de dólares en beneficios que tienen las empresas de EEUU en otros países sean repatriados mediante la aplicación de una tasa reducida -- 15,5% u 8%, según la naturaleza de los

Antes de la reforma, los beneficios de empresas de EEUU estaban sujetos a una alta fiscalidad aunque se generaran en otros países. Una filial de una multinacional de EEUU en Irlanda, por ejemplo, pagaba impuestos sobre sus beneficios según la tasa irlandesa del 12%, pero también tenía que tributar en EEUU a una tasa alta (23%, la diferencia entre 35% y 12%) si se repatriaban los beneficios.

La ley está consiguiendo su objetivo. En el primer semestre de 2018 regresaron a EEUU más beneficios que en los tres años anteriores conjuntamente. Según el Ministerio de Comercio de EEUU, en el primer trimestre del 2018 un 12% del total de dichos beneficios acumulados en el extranjero volvieron a EEUU, una cantidad 10 veces superior a la del mismo periodo del 2017. La ley además otorga hasta ocho años a las empresas para acogerse a la tasa más reducida.

Los estudios del índice S&P revelan que sus 500 empresas en el segundo trimestre destinaron la cifra récord de 190.000 millones de dólares a la compra de sus propias acciones, además de incrementar los dividendos a sus accionistas. Los defensores de la ley argumentan que es demasiado pronto para quejarse de la falta de inversión de los fondos repatriados en plantas y fábricas. Los aumentos de tipos de interés efectuados por la Reserva Federal en el 2018 y anunciados para el próximo año elevan el atractivo de los activos (deuda del estado, bonos de empresas) denominados en dólares.

Trump se opone a tipos más altos porque encarecen la financiación de hipotecas, créditos para pagar los estudios universitarios y deuda en tarjetas de crédito. Los tipos más elevados ya han provocado la salida de capitales de países emergentes cómo Turquía, Brasil y Argentina. Los recortes de impuestos, la repatriación de beneficios y los mayores tipos de interés están acrecentando el gasto, la inversión y las cotizaciones en bolsa en EEUU. Los ministros de finanzas de las mayores economías de la UE mandaron una carta conjunta a Washington oponiéndose al cambio de sistema fiscal. Nadie puede prever cuándo finalizará dicho ciclo expansivo, y su sostenibilidad también es cuestionable. Pero Trump por ahora ha conseguido mayor crecimiento y flujos de capitales hacia EEUU, circunstancias que favorecen al Partido Republicano en las legislativas de noviembre.