ANÁLISIS

Reflexiones de postemporada / Dembélé como síntoma

Tras la gran actuación ante el Villarreal de golpe pareció que el francés en un solo partido se había ganado el derecho a quedarse

Messi corre a abrazar a Dembélé, que le dio la asistencia en su gol al Athletic.

Messi corre a abrazar a Dembélé, que le dio la asistencia en su gol al Athletic. / periodico

Jordi Puntí

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Mientras nos acercamos al Mundial, este campeonato de liga es tan raro que habría que dividirlo en pretemporada, temporada y, sí, postemporada. En estas últimas jornadas, con el título decidido, unos pasan de puntillas por los partidos, mientras fían todas sus apuestas a una final europea, y entretanto en el Barça nos agarramos a los récords y las despedidas emotivas para que los partidos tengan un poco de sandunga.

Otro de los efectos de esta postemporada es que algunos han descubierto por fin a Dembélé. Su actuación frente al Villareal nos dejó la impresión de un jugador determinante, que es rápido, marca goles y desborda por la banda, y que sí, claro, sí, podría ser titular (algo que ya anticipábamos los que le veíamos en el Borussia Dortmund). Así, de golpe pareció que en un solo partido se había ganado el derecho a quedarse, como si su fichaje hubiera sido un capricho y ahora, como émulos de Nerón en el circo, satisfechos y magnánimos, levantáramos el pulgar hacia arriba (tipo emoticono) para perdonarle la vida y evitarle una cesión.

De hecho, lo ocurrido con el jugador francés nos da algunas pistas sobre el Barça de este año. Una temporada es como un gran cuadro, tipo 'Las Meninas' de Velázquez, que para admirarlo debe observarse de lejos y de cerca. De lejos, cuando la contemplas en su conjunto, Dembélé tiene en esta temporada una posición discreta, medio borrosa, pero visto de cerca ha dejado varios detalles interesantes, pinceladas firmes de su potencial si las lesiones no lo hubieran tratado tan mal en momentos clave.

Las lesiones y, claro, Ernesto Valverde. Es cierto que Dembélé ha sido irregular cuando ha jugado de titular, pero el punto débil de Valverde ha sido la gestión del banquillo. Guardiola y Luis Enrique supieron entender que hay que tener a todos los jugadores interesados, ya sea con rotaciones o con un sistema de confianza con matices psicológicos. Valverde, en cambio, ha mostrado un perfil quizá menos autoritario, pero más caprichoso.

No sabemos lo que ocurre en los entrenamientos, pero Aleix Vidal, André Gomes, Paco Alcácer o incluso Denis Suárez han pasado este curso entre altibajos de los que no siempre eran responsables. Ni siquiera tras los descartes de enero -Rafinha, Deulofeu, Turan-, cuando han jugado a un buen nivel, han visto algún tipo de continuidad en las decisiones de Valverde.

El primer año de Valverde

Las dudas entorno a Dembélé reflejan también la incertidumbre general en cuanto a los jóvenes del Barça B y la política de la cantera. Se trata de entender mejor la  ecuación entre paciencia y éxito. Todos los grandes jugadores tuvieron en algún momento un padrino que les dio confianza, que les animó a saltar sin red, y no parece que el club entienda que esto sea una prioridad,  igual que lo es la propuesta de un estilo de juego.

Quizás es porque en su primer año Valverde quería tomarle las medidas al club y al equipo, pero sorprende cierta tibieza a la hora de arriesgarse, y más viniendo de alguien que ha entrenado cuatro años al Athletic Club, donde la confianza en los de casa era el pan de cada día.