Vencer el fatalismo

El horizonte es oscuro, pero Rajoy aún puede rectificar y ofrecer diálogo en mayúsculas. El riesgo es ganar la batalla fáctica del 1-O y perder Catalunya

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ENRIC HERNÀNDEZ

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Catalunya registra el terremoto de indignación de mayor intensidad desde el 15-M y el posterior asedio al Parlament. Manifestaciones, notas de repulsa, caceroladas... Resuelto a desactivar cuanto antes el referéndum del 1-O, el Estado cortó el cable equivocado. Misión cumplida, pero la detención de altos cargos del Govern y la profanación de las dependencias de la Generalitat por la Guardia Civil fueron un paso en falso que ha irritado a millones de catalanes, muchos de ellos ajenos --e incluso refractarios-- al discurso independentista. 

En la órbita gubernamental hay quienes sostienen que era preciso empezar a liberar la presión social acumulada por el soberanismo para distanciar las anunciadas protestas de la jornada del 1-O. Pero, fuera fruto de la premeditación o una mera torpeza, lo que es seguro es que el Gobierno no acertó a prever ni la magnitud ni la transversalidad que iba a tener la reacción catalana. 

El tablero se ha endiablado. Ni la maquinaria judicial ni la movilización independentista independentista  tienen ya freno. Con los miembros de la Sindicatura Electoral el Constitucional ha perdido el miedo a castigar a los desobedientes; los restantes, por decenas, pueden acabar pronto ante la justicia. Como insinúa Oriol Junqueras  Oriol Junqueras y reconocen fuentes del Govern, el referéndum como tal no podrá celebrarse, pero... ¿quién y cómo se lo contará a los convencidos de que en octubre conquistarán la independencia?

LA AMENAZA DE LA DUI

Si nadie se atreve a hacerlo, regirá la hoja de ruta: el referéndum se sustituirá por una declaración unilateral de independencia (DUI) del Parlament, seguida o no de unas elecciones que la plebisciten. Y ese será el final: detenciones, encarcelamientos, tumultos, suspensión de la autonomía...

El horizonte es muy oscuro, pero no cabe entregarse al fatalismo. Mariano Rajoy aún está a tiempo de rectificar y, junto a Pedro Sánchez, ofrecer a Catalunya un diálogo sincero, en mayúsculas, a cambio de que Carles Puigdemont congele un referéndum que ya no está en condiciones de organizar. De lo contrario, España puede ganar la batalla fáctica del 1-O, pero a costa de perder a Catalunya.