Los jueves, economía

La recuperación de los salarios

Varias razones aconsejan un moderado aumento de los sueldos para afianzar la mejora de la economía

ANTÓN COSTAS

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«¿Alguien duda de la recuperación de la economía española?», se preguntó el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, hace unos días. Pues parece que sí. Eso es lo que dicen las encuestas, en las que una mayoría afirma no ver la recuperación. Y también lo que cuentan los resultados de las elecciones andaluzas, en las que la recuperación económica no rindió los beneficios políticos esperados por el Gobierno. Por lo tanto, ¿cuando podremos decir que la recuperación es definitiva?

Una primera respuesta es: «Cuando se vea en el empleo». Pero, a diferencia de recuperaciones anteriores, el empleo que ahora se está creando es muy precario, en muchos casos con contratos de cero horas y bajísimos salarios.

Una segunda respuesta es decir que la recuperación será definitiva «cuando se vea en los salarios». Tanto en los salarios de los nuevos contratos como los de los viejos. Esta es una mejor respuesta. Por varias razones que ahora mencionaré. Pero antes tenemos que responder a otra pregunta: «¿Se puede permitir la economía española una subida de los salarios en un momento en que aún hay retos importantes de competitividad?». La respuesta es que depende.

Estamos ante una recuperación esquizofrénica, tanto empresarial como socialmente. Por un lado, hay empresas que han saneado sus balances, recuperado su rentabilidad y crecen. En este caso hay margen para mejoras salariales. Por otro, las retribuciones de los altos directivos no han dejado de crecer, mientras que los salarios, en el mejor de los casos, se han mantenido. También por este lado hay margen para un mejor equilibrio.

Pero, más allá de este factor, creo que hay razones para que los salarios lancen una señal de confianza en la recuperación. Mencionaré cuatro.

La primera es de tipo moral. Los salarios han de ofrecer unas condiciones de vida dignas a los trabajadores y dar oportunidades de mejora a ellos y a sus hijos. A fin de cuentas, el progreso social sigue siendo la razón hacia la que tiende la historia humana. Y el sistema económico que mejor ha sabido cumplir ese objetivo ha sido la economía de mercado. La «ley de bronce de los salarios» de la que ya habló Adam Smith o los «salarios de subsistencia» de Robert Malthus no son una buena guía para un capitalismo integrador.

La segunda es de tipo político. Cuando hace cinco años se aplicó la devaluación salarial, los gobiernos y las patronales prometieron a trabajadores y sindicatos que los salarios se recuperarían cuando las cosas mejorasen. Es difícil ahora no cumplir esa promesa. El riesgo es que se produzca una explosión social como la que tuvo lugar en la recuperación de finales de los 80, con la huelga general de diciembre de 1988. Aunque sea paradójico, las crisis sociales aparecen cuando la economía se recupera.

La tercera razón es de tipo económico. El crecimiento en los próximos años será cada vez más endógeno, dependerá del consumo y de la inversión interna. Sin salarios, la recuperación se agotaría en un rebote que no iría más allá del 2016.

La cuarta es de naturaleza empresarial. Las empresas no pueden funcionar bien con una política continuada de devaluación salarial. El clima laboral, la cooperación, la productividad y el compromiso de los trabajadores con un proyecto empresarial de largo plazo pasan también por los salarios. Algunas empresas lo han comprendido. El anuncio de Mercadona de mejora de los salarios más bajos es un buen ejemplo de compromiso social. En Estados Unidos es una conducta que se está extendiendo en actividades de salarios bajos.

Es el momento oportuno para cambiar el enfoque sobre la competitividad. Hasta ahora ha estado basada en la devaluación salarial y la recuperación de la rentabilidad. Tuvo su sentido cuando en el 2008 el déficit comercial español se situó en la estratosférica cifra del 10% del PIB. El único camino efectivo a corto plazo para recuperar competitividad era la contención salarial.

Ahora que ha desaparecido ese desequilibrio y se ha recuperado la rentabilidad es el momento de cambiar el enfoque. A la vez que mantenemos la moderación salarial, necesitamos orientar los esfuerzos en dos direcciones. Por un lado, una política de competencia efectiva contra monopolios, cárteles y privilegios que aumentan precios de algunos bienes y servicios y reducen la competitividad de las empresas y el bienestar de los consumidores. Por otro, políticas públicas y empresariales orientadas a la mejora de la productividad, única base sólida de la competitividad a largo plazo.

En este escenario de transición, una señal de recuperación salarial es un buen camino para consolidar la recuperación. Y también una vía para enviar a los trabajadores y la sociedad un mensaje de confianza en el futuro.