ANÁLISIS

Una nueva oportunidad para la izquierda francesa

El cuarto lugar de Mélenchon en las presidenciales, a 4 puntos de Macron, mostró que algo ocurre por debajo de la fórmula conservadores-progresistas

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RAQUEL MONTES TORRALBA

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En una entrevista reciente realizada por la BBC a Noam Chomskyel filósofo declaraba que lo más asombroso de las últimas elecciones presidenciales norteamericanas no había sido Trump, sino Bernie Sanders. Algo parecido podríamos afirmar de las últimas elecciones del Viejo Continente, tanto en el Reino Unido con Jeremy Corbyn, como en Francia ¿con Emmanuel Macron? No, con Francia Insumisa. Déjenme que me explique. 

Emmanuel Macron ha sido presentado y exaltado como el candidato antisistema, un terremoto que ha sacudido al gastado sistema político bipartidista, en fin, la superación de la trasnochada división entre la izquierda y la derecha. Pero cabría preguntarse si no es un signo de todo lo contrario, si su irrupción en el mapa político francés no ha permitido, justamente, eliminar las últimas barreras en el proceso de la consolidación de una tendencia que viene de largo: la ausencia de alternativa ideológica entre los grandes partidos de izquierda y de derecha, fundada en la aceptación sin apenas matices del liberalismo económico. Una prueba de ello ha sido la adhesión entusiasta de personalidades de ambos lados del espectro político, del Partido Socialista y de Los Republicanos. El supuesto colapso de estos partidos no sería sino su renacimiento glorioso bajo una nueva forma política, despojada de escrúpulos ideológicos. 

LAS MANIFESTACIONES DE LA FRACTURA

Durante el último año, el Frente Nacional se perfiló como única alternativa a dicho movimiento, haciéndose con el electorado que había dejado de sentirse representado por el Partido Socialista (categorías socioprofesionales inferiores, desempleados, voto rural). La emergencia del Frente Nacional solo hizo que favorecer los cambios del sistema (y legitimarlos) a través de un análisis que acentuaba los aspectos más denostados de la extrema derecha (xenofobia, discurso sobre la identidad nacional, cierre de fronteras), relegando a un segundo plano a aquellos que lo mostraban como la manifestación de una fractura socioeconómica.

La emergencia de la Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon ha venido a poner entre paréntesis este análisis. Su posicionamiento como cuarta fuerza política en la primera vuelta de las elecciones presidenciales, a solo 4 puntos de Macron, ha mostrado que algo mucho más serio está ocurriendo por debajo de la manida fórmula conservadores-progresistas. A la cabeza del voto joven (30% entre el grupo 18-24 años) y los desempleados (31%) y fuerte entre los empleados y los obreros (pero por detrás de Le Pen, que gana entre estas categorías profesionales), el voto por Francia Insumisa ha retrocedido a un 11% en la primera vuelta de unas legislativas marcadas por un nivel récord de abstención en la historia de la Quinta República (51%). Varios fenómenos pueden explicar esta caída (la dinámica de arrastre de las presidenciales, la confrontación de Mélenchon con otras fuerzas de izquierda) que, sin embargo, no debería ser interpretada como un final, sino como el punto de partida de una nueva izquierda.