Rajoy se pone morado

Los argumentarios de La Moncloa y de Génova no van al unísono y no siempre por descoordinación

Mariano Rajoy junto a Manfred Weber y Arias Cañete en Valencia

Mariano Rajoy junto a Manfred Weber y Arias Cañete en Valencia / periodico

Albert Sáez

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Mariano Rajoy sorprendió el jueves a propios y a extraños luciendo el lazo morado,  símbolo de la impresionante huelga feminista que vivió España. Y diría que enfadó más a propios que a extraños, especialmente a las mujeres de su Gobierno que llevaban quince días haciendo todo tipo de contorsiones para evitar dar apoyo a un paro general hecho contra su jefe sin parecer estratosféricas. Desde la ocurrencia de la huelga a la japonesa hasta el escapismo sobre le feminismo. El gesto de Rajoy dejó a su partido con el paso cambiado, sin discurso y arrastró -la primera vez en meses que Rivera fue follower del presidente y no al revés- a Ciudadanos y ese estrafalario argumento que le sirvieron los dircom Inés Arrimadas que la dejó sin hacer huelga porque era "ideológica". Un argumento que confirma el carácter definitivamente heredero de los Marx del partido naranja que estigmatiza lo ideológico porque si no gustan sus ideas siempre puede tener otras. 

Podríamos decir que hemos vivido una anécdota más de la manera de entender el poder por parte de Rajoy. Pero me temo que estamos ante una categoría. El líder del PP sabe perfectamente que sus palabras esquivando el bulto ante la discriminación salarial de las mujeres fue un acelerante de esta huelga y que movilizaron a cientos de miles de mujeres alejadas de la militancia feminista y del mundo de Podemos, los núcleos iniciales de la protesta. Se requería una rectificación y decidió hacerla en vivo y en directo. Porque en el fondo, lo que pasa es que solo Rajoy está autorizado a hacer política en todo el PP. El resto tienen que gestionar y callar, capear los temporales como hizo él con el Prestige cuando era ministro y  destacar lo menos posible. Esa es la distancia sideral que hay entre Luis de Guindos y su sucesor, Román Escolano, un aplicado alumno de Bruselas sin ninguna proyección política, especialmente interna. No sabemos si la técnica será eficaz para parar a Rivera, pero de momento le asegura a Rajoy que nadie le hace sombra. Y tiene algún efecto indeseado como ver a algunos influencers del periodismo de papel a sueldo de La Moncloa cambiando de chaqueta ante una huelga que una noche era de pijas y a la mañana siguiente eran las mujeres tomando la calle. Para ponerse morado.