Al contrataque

Rajoy

Tras la censura de la semana pasada, durante cinco minutos, elexpresidente fue Marilyn. Y luego volvió a ser él

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Milena Busquets

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Rajoy, despidiéndose el martes de la presidencia de su partido y poniéndose a su disposición, volvió a ser él mismo, el viejo Rajoy que conocemos por haberle visto miles de veces en televisión, el político del PP, el presidente (ahora expresidente) de España. Pero hubo un espacio de tiempo, la semana pasada, después de darse cuenta de que la moción de censura iba a salir adelante y de que había perdido la presidencia de su país, que dejamos de saber quién era (y donde estaba) Mariano Rajoy. Tal vez ni él mismo lo sabía.

Quizá haya que luchar hasta el final por las cosas que a uno le importan, pero también hay que saber darse por vencido, retirarse a los cuarteles de invierno y esperar a la siguiente batalla y al siguiente estremecimiento.

Pornografía emocional

Criticaron mucho a Rajoy por no quedarse en su escaño para ser testigo de su propia decapitación, pero tal vez hizo lo correcto: apartarse, esconderse, no convertir su dolor y su estupefacción en un espectáculo. Los que le criticaron fueron precisamente los que mercadean y venden sus emociones, sus lágrimas y su indignación sin pudor alguno. La única pornografía verdaderamente nociva y obscena es la pornografía emocional.  

Rajoy supo que todo estaba perdido, que le habían vencido. Yo también me hubiese ido a beber con mis amigos. Tal vez después de comer dijo algunas palabras, tal vez empezó a contar batallitas, a convertir el presente que se había acabado tan de sopetón en historia, tal vez brindaron por el trabajo realizado, espero que lo hicieran a pesar de que nunca he votado al PP. Espero que un poco achispados, tristes y contentos, se abrazaran y bromearan. Espero que bebiese lo suficiente para anestesiar la pena, el poder no me interesa en absoluto, pero para alguien con esa pasión, perderlo debe de ser como perder al amor de tu vida. Finalmente, espero que no se despertase con demasiada resaca y que, al sentir el pinchazo de dolor fulminante al recuperar la conciencia y recordar lo que había sucedido el día anterior, hubiese alguien a su lado para apretarle la mano y prepararle un café muy cargado.

Hay una brevísima grabación de Marilyn Monroe saliendo del hospital el 12 de noviembre de 1954. Está sola, únicamente precedida por una enfermera que la guía y le lleva las cosas. Al darse cuenta de que hay cámaras, baja el rostro (tan hermoso y sobrecogedor, transparente y cargado de infancia y de promesas traicionadas como siempre, con o sin maquillaje) e intenta esconderlo en el cuello del abrigo, finalmente logra encontrar refugio en un rincón y se da la vuelta como una niña castigada de cara a la pared. La semana pasada, durante cinco minutos, Rajoy fue Marilyn. Y luego volvió a ser él.