Análisis
Vamos a tener que meternos en política, Mariano
Puede que el tiempo de los ganadores haya acabado y sea la hora de los solucionadores
Antón Losada
Profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Santiago de Compostela
ANTÓN LOSADA
Siempre que una sociedad se enfrenta a un dilema político de verdadera envergadura, emergen dos tipos de líderes: quienes quieren ganar cueste lo que cueste y quienes están dispuestos a resolverlo como sea. A los primeros se les reconoce porque siempre andan haciendo balance de agravios y tienen un episodio del pasado que reescribir o una eliminatoria que remontar; no saben mirar hacia adelante, solo hacia atrás. A los segundos se les distingue porque se comportan como si cada día se pudiera volver a empezar, porque la política es el arte de lo posible y el pasado solo es un manual para no repetir errores, no una condena sin remisión.
Hasta ahora el primer tipo ha colonizado lo sucedido en Catalunya. Puede que la principal consecuencia del 1-O acabe resultando que el tiempo de los ganadores haya terminado y haya llegado la hora de los solucionadores.
El referéndum no ha tenido validez legal, pero eso siempre lo habían temido sus promotores. Con las mejores cifras de participación posibles, buscaban el significado político de miles ciudadanos queriendo votar a pesar de todo y lo han conseguido. El Govern no va a adelantar ahora unas elecciones que pondrían en riesgo su mayoría parlamentaria. Lanzarse a una declaración unilateral de independencia supone una jugada peligrosa que puede llevarle a perder la ventaja ganada, a golpe de carga policial, ante la opinión pública internacional y no pocas cancillerías.
Un problema que sería europeo
Una cosa es defender el derecho a votar y otra pedir que Europa reconozca una declaración unilateral de independencia, pasando por encima de la legalidad constitucional de un Estado miembro. Una cosa es la incapacidad del Gobierno central para ganar una batalla de comunicación librada sobre imágenes de urnas y ciudadanos contra guardias civiles, y otra que la Moncloa avise a media Europa de que la independencia se ha convertido en un problema europeo.
Otro riesgo de la DUI reside en que el problema de orden público que hasta ahora ha gestionado tan mal el Gobierno de España, cuando medio país le ha dicho que no acataba su legalidad, pasaría a tenerlo un Govern enfrentado al dilema de enviar o no a los Mossos contra ese 40% de catalanes que ni quiere ni aceptará esta independencia.
Lo peor del 1-O para el Gobierno central es que la realidad ya no le permite seguir escondiéndose tras el Constitucional, la Fiscalía o las porras de los antidisturbios. La Moncloa estaba convencida de que se convocarían elecciones autonómicas y así podría seguir derivando el problema en el tiempo. La confianza del Ejecutivo en que otras elecciones catalanas mejorarían la situación responde a una fe no sustentada por los resultados de las últimas convocatorias. Habrá elecciones, pero no parece que ahora y sin una negociación sobre cómo y cuándo. No le va a quedar más remedio que meterse en política y empezar a negociar, justo aquello que Mariano Rajoy ha querido evitar pero ya sabe que no podrá eludir más; por eso comparecerá en el Congreso.
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