ANÁLISIS

La caída turca

El referéndum puede ser el punto de inflexión final no tanto hacia el abismo islamista como hacia la caída de un país democrático en manos de un autócrata

Recep Tayyip Erdogan.

Recep Tayyip Erdogan. / periodico

RAFAEL VILASANJUAN

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La política turca oscila como un péndulo entre una democracia laica y su identidad islámica. A lo largo de la historia esta tensión ha ido marcando la relación de poder de un modelo en el que se habían depositado esperanzas de que se convirtera en el espejo de otros países musulmanes que salían de primaveras convulsas en busca de nuevos aires. No ha sido así; al margen de que los países que iniciaron las primaveras estén lejos, muy lejos, de acariciar una democracia para estabilizar sus sociedades convulsas, la deriva islamista turca pone en cuestión que el compromiso entre democracia e Islam pueda seguir siendo un Estado laico.

El compromiso de mantener la religión ajena a la vida política, que lanzó a Turquía a la modernidad, vuelve a estar en entredicho. La última medida, la pasada semana, fue autorizar el velo a las mujeres en el Ejército, la única institución donde todavía estaban obligadas a no llevarlo. Con Recep Tayyip Erdogan la vida pública ha recuperado los símbolos, pero más que una deriva islamista parece una estrategia bien calculada para dividir a la sociedad turca en dos mitades perfectamente polarizadas que permitan al presidente Erdogan disponer del apoyo el próximo 16 de abril para aprobar una reforma constitucional que le entregue todo el poder.

RETROCESO EN DERECHOS HUMANOS

La islamización como estrategia para alcanzar el apoyo de una mayoría es preocupante, pero desde el fallido golpe de Estado del verano pasado, la deriva totalitaria es aún peor. Musulmanes o no, la oposición es perseguida y encarcelada, los críticos amedrentados y Turquía tiene ya más periodistas presos que ningún otro país del mundo, incluida China, por el simple hecho de ejercer su profesión. Amnistía Internacional describe el retroceso de Turquía en derechos humanos como uno de los peores a escala global. El referéndum para entregar todo el poder al presidente puede ser el punto de inflexión final no tanto hacia el abismo islamista como hacia la caída de un país democrático en manos de un autócrata.