DOS MIRADAS

Ridículo o tragedia

Torra no puede decir a los CDR que presionen porque les otorga una ascendencia desmesurada

Enfrentamientos en el Parlament tras la manifestación.

Enfrentamientos en el Parlament tras la manifestación. / FERRAN NADEU

Josep Maria Fonalleras

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Se hace difícil analizar -justo un año después de aquel memorable 3 de octubre, el día en que la protesta fue colectiva, digna, tan airada como civilizada, contra la barbarie - qué ocurrió exactamente el lunes. Todo depende de la perspectiva que cada uno quiera aportar, de la combinación de los prismas, ópticas y lentes de los largavistas. Ver claro depende tanto de la intensidad y la fijación de la mirada como de la capacidad del aparato para situar con nitidez los objetos vistos sobre un determinado escenario.

Torra cometió al menos dos errores, fruto de la ambivalencia que le hace estar en la procesión mientras repica las campanas. Los CDR no son la réplica de la kale borroka, pero es evidente que quieren representar el papel de una determinada conciencia política y, en consecuencia, actúan como arietes autónomos para abatir murallas. Torra no les puede decir que presionen porque necesita de su presión. Quizá lo piensa, pero no lo puede decir, porque, primero, les otorga una ascendencia desmesurada y, segundo, porque se arriesga a que pase lo que pasó, aunque las escaramuzas nocturnas fueran obra de elementos aislados. El segundo error fue ofrecerse en la Ciutadella, como si se tratara de una ceremonia expiatoria, a las críticas de los más radicales. En este país, tan pequeño, no hay suficiente distancia entre la población y lo que llamaríamos élites. Y por eso vamos navegando entre el ridículo y la tragedia.