Las perspectivas ante el 28-N
¿Quién capitalizará la herencia del tripartito?
El legatario será quien haga suyos sin complejos los beneficios de la experiencia y tenga un resultado aceptable
Si hemos de creer a las encuestas, la suerte del próximo 28-N ya está echada. No obstante,François Mitterranddijo una vez que «la desesperación en política es siempre un error»: la historia está llena de sorpresas de última hora. Además, no es que CiU despierte un gran entusiasmo entre la ciudadanía sino sobre todo que las fuerzas del llamado tripartito parecen resignadas a la derrota. La izquierda, mucho más propensa a la autocrítica que la derecha, ha interiorizado la tesis del fracaso. Recordemos que en el 2004 se hablaba de «oportunidad histórica». Y es evidente que en el camino ha habido muchas decepciones, principalmente porque la reforma estatutaria lo ha envenenado casi todo, pero el balance está lejos de estar marcado por el fracaso: el autogobierno ha dado un significativo paso adelante, mucho más importante de lo que se dice tras la sentencia del Constitucional; la financiación autonómica, aunque mermada por la crisis, tiene una lógica federal; y en estos años se ha invertido más que nunca en infraestructuras, sanidad y educación.
Así pues, ¿hasta qué punto esta anunciada derrota electoral expresa realmente un rechazo a la coalición de izquierdas y a la obra realizada? Sin descartar algo de ello, no me parece este el elemento esencial. Pienso más bien que el posible retroceso de PSC, ERC e ICV va a reflejar el desconcierto de los votantes, sobre todo de los dos primeros partidos, ante unas estrategias muy erráticas. Veamos. Casi todos los gobiernos de coalición expresan una debilidad política ya que nacen de una necesidad. En este sentido, el tripartito expresa en primer término la incapacidad del PSC por conseguir gobernar en solitario. Sin duda hacerlo también con una fuerza independentista constituye de entrada una grave contradicción, solo salvable en la medida que mientras mandaba de verdadCarod-RoviraERC fue siempre bastante pragmática: reformar el Estatut, conseguir una nueva financiación y desarrollar políticas sociales constituían de entrada objetivos suficientes. ¿Recuerdan aquella foto deZapaterojunto aMaragall, CarodySauraen una ventana del Palau de la Generalitat? Fue un momento dulce y el reflejo de que en la lógica política catalana del 2003 el tripartito no constituía de entrada un pacto contra natura, aunque hoy ya no estemos tan seguros.
Pero también en política hay que saber hacer de la necesidad virtud. Y esto es precisamente lo que no han hecho las formaciones del tripartito. No han sabido poner en valor mediante un relato, una idea de Catalunya, el significado de esta coalición. El tripartito ha gestionado razonablemente bien, pese a errores graves de comunicación y cosmética. Sin duda se ha equivocado en muchas cosas, por ejemplo con los profesores por culpa de la actitud torpe delconsellerErnest Maragall(hoy un lastre incomprensible en la lista del PSC). Con todo, el Ejecutivo deJosé Montilla lo ha hecho bastante mejor que cualquier otro Govern monocolor deJordi Pujol. Los resultados cuantitativos de la obra realizada son incontestables. No es exagerado decir que hemos vivido en pocos años el salto demográfico más importante de la etapa contemporánea, en cantidad y en diversidad, y pese a ello los servicios públicos han aguantado el envite. Sin duda afrontamos graves problemas, pero no ha habido una crisis social profunda.
Pero lo que sin duda no se ha escuchado es un discurso global compartido por el tripartito, sino la superposición de discursos inconexos y a menudo mal expresados, donde además la izquierda ha vuelto a ser prisionera del imaginario nacionalista. Todo lo contrario de lo que fue la larga presidencia dePujol, donde la gestión fue en general bastante deficiente pero en cambio había relato por los cuatro costados, y cada pequeño gesto se explicaba como una auténtica proeza en el empeño porfer país. Es significativo que la izquierda no haya sabido dotarse de un lema equivalente. QueMasdiga ahora que su probable victoria no va a significar una vuelta al pujolismo, me parece un claro reconocimiento de hasta qué punto la obra de gobierno dePujolestá muy devaluada en el recuerdo, aunque su figura política sigue siendo intocable.
Por eso creo que PSC, ERC e ICV deben esforzarse por salvaguardar su experiencia de gobierno. Por dos razones, primero electorales: solo ofreciendo un balance de conjunto tan crítico como se quiera pero orgulloso y positivo pueden recuperar autoestima y votantes. Y, segundo, pensando sobre todo en el futuro, pues en caso de derrota les va a resultar muy difícil hacer oposición: CiU podrá siempre atizarles con la imagen de descrédito que se ha instalado del Govern. Después del anuncio deMontillade ayer, ¿quién se quedará con la herencia del tripartito? Tal vez quien de los tres partidos consiga por un lado hacer suyo sin demasiados complejos todo lo que de positivo ha tenido esta experiencia y por otro alcance un resultado aceptable. Quien realice ambas cosas podrá convertirse en el legatario de una herencia que los catalanes hoy valoran sin gran entusiasmo pero que el paso del tiempo tenderá sin duda alguna a revalorizar.
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