La rueda

Lo que tiene el verano

CARLES SANS

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Todos los años, cuando llegan las vacaciones, suelo hacerme un plan para poder llevarlas de manera saludable. Me propongo desconectar de la rutina diaria para entrar en otra rutina vacacional basada en el descanso, el ocio (permanente, si es posible), algo de deporte y alimentación controlada, evitando engordar por culpa de las ensaimadas, la gran tentación y el riesgo de pasar unos días en las Baleares, las paellas de las que disfrutamos al encontrarnos junto al mejor arrocero de la isla, o el alcohol, que es lo que te encuentras en todo momento cuando visitas o te visitan los amigos.

Luego, al acabar las vacaciones, veo que, salvo desconectar, lo demás apenas si lo he conseguido. Pero lo doy por bueno, porque al fin y al cabo las vacaciones son para soltarse, que para amarrar ya está el periodo laboral, que cada vez paEssa más rápido, síntoma de que uno se esta haciendo mayor; lo dice mi querida madre nonagenaria: cuantos más años se cumplen, más se acelera la vida.

Para mí, el verano es la mejor de las estaciones. Es una gozada liberarse de la ropa de abrigo, de los herméticos zapatos de invierno y de los odiosos calcetines, un complemento que detesto tener que ponerme todas las mañanas. Ir descalzo la mayor parte del día, cubierto con dos prendas mínimas que tapan lo indispensable es liberador y hace que me sienta distinto de mí mismo.

La isla está llena de gente con ganas de pasárselo bien y de gastar, como el ruso millonario que cada vez que organiza una fiesta en su casa compensa al vecino español con 3.000 euros para que no proteste por el volumen de la música. Al parecer, dicho vecino el verano pasado se sacó 18.000 euros por hacerse el sordo. Este año deseará que el ruso vuelva a organizar muchas jaranas. Es lo que tiene el verano, sobre todo el verano de algunos.