El atentado de Niza

Lo que sabemos y lo que ignoramos

Este terrorismo que nos aflige se corresponde quizá con una crisis de civilización a escala mundial

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PERE VILANOVA

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Otra vez, otra vez en Francia, y la vida sigue. ¿Cómo abordar este fenómeno? ¿Cómo explicarlo a quien de buena fe pregunta, porque no entiende algo tan dramático y le agobia esa sensación de que le puede pasar a cualquiera mañana mismo? No es fácil, entre otras cosas porque quizá de momento no sabemos cómo hacerlo. Ayer por la mañana, uno escuchaba o leía radios, televisiones o periódicos, y el problema no era la confusión informativa: se sabía muy bien lo que había pasado, cuándo y dónde. No era como el 11- S del 2001, cuando la confusión mundial era total. Por tanto, esta vez teníamos ya de entrada mucha información, hasta el nombre del autor a las pocas horas. No, esta vez la duda ya no es tal, a partir de ahora la duda es cuándo y dónde será la próxima vez. Y cómo hemos de reaccionar.

La pregunta correcta se divide en dos, lo que sabemos y lo que no. Sabemos, en el caso de Niza, muchas cosas, el número (creciente) de víctimas, el lugar, la hora, eso que se llama el 'modus operandi' del terrorista. Y sabremos más en cuestión de días y semanas, tal como muestra el patrón emergente en París, en Bruselas, ahora en Niza, hace unos años en Atocha, en Londres. El perfil del terrorista, rasgos de personalidad, relaciones, y sobre todo, su rastro en internet incluidas las páginas inspiradoras y hasta el manual del terrorista, en este caso el uso de un vehículo como 'segadora' contra los infieles.

SOLUCIONES MÁGICAS

Sabemos igualmente que esto va para largo, que no hay soluciones mágicas, y sabemos también que quien las proponga 'llaves en mano' miente, y miente a conciencia. Si algunos ciudadanos, cabalgando una comprensible angustia, creen que votando 'brexit', o Frente Nacional, o sus equivalentes en Austria, Hungría, Holanda, esto se va a acabar mágicamente, se equivocarán del todo. Porque el terrorismo, 'este terrorismo' en concreto, es algo que nuestras sociedades han de leer y aprender desde una perspectiva larga y transversal.

Tiene muchas causas de muchos tipos, tiene dimensiones políticas, pero también culturales, mentales, psicológicas, se corresponde, quizá, con una crisis de civilización, pero esta vez a escala mundial. Si alguien piensa que le saldrá gratis a Estados Unidos tener de presidente a un señor que, como gran política de respuesta a los miedos de sus ciudadanos, responde «América primero» o «yo sé cómo solucionar esto», ya puede cruzar los dedos.

Si alguien piensa, por ejemplo, que la culpa es 'nuestra', es decir, Occidente, los Cruzados (por usar la terminología del Daesh), los judíos, los infieles, el colonialismo (eso sí, solo el europeo), los americanos, y que estamos pagando (todos nosotros, niños incluidos) unos supuestos agravios, que sepa ese alguien que ha comprado 'llaves en mano' la totalidad del argumentario del terrorismo islamista de última generación. El mundo se divide en dos: Occidente y nosotros y una supuesta versión pura de un supuesto islam. Entonces, ¿por qué han muerto centenares de musulmanes chiítas (en Irak y Siria) o sunís (en Turquía) en pocas semanas? Respuesta en el manual Daesh: porque son infieles.

La Historia, con mayúscula, está llena a través de siglos y milenios de algo que también sabemos. La inacabable lista de violencias sectarias, políticas, interreligiosas, interétnicas de unos contra otros -donde la finalidad en cada caso era el poder, político, religioso, ideológico, cultural- empezó hace milenios.

POR ENCIMA DEL DEBATE

No sabemos muchas cosas. No sabemos cómo fortalecer la capacidad de nuestras fuerzas policiales, de seguridad, y de inteligencia, pero hemos de colaborar todos -clase política, sociedad civil, medios de comunicación, los ciudadanos- para que este tema quede fuera y por encima de los aburridos debates tradicionales. Y eso no funciona, podría funcionar mejor.

En Francia lo están intentando, aquí no del todo. Aquí estamos en la fase de «no queremos uniformados en nuestros salones de la educación». Parece difícil de creer. Y estos días mejor no paseen mucho por las redes. Diga lo que diga la noticia, los famosos 'trolls', los comentarios de muchos de los usuarios ponen los pelos de punta. Hay un territorio donde los terroristas quieren que entremos. Por cada acto de apoyo a grupos extremistas 'de aquí', populistas, de extrema derecha, racistas varios, el Daesh brinda: les regalamos nuevos reclutas. Sabemos mucho de lo que está pasando, pero en lugar de prepararnos para un largo invierno que ya está aquí, deberíamos evitar la tentación de la 'respuesta avestruz', la cabeza en un hoyo y esperar a que pase.

Más que nunca, hay que leer (empecemos por Hannah Arendt), viajar, y aprender idiomas. Lo que está en juego a estas alturas de la película es la supervivencia, no la nuestra, sino la de la especie humana como tal.