Seísmo político en Estados Unidos

¿Qué hacer con Trump en la presidencia?

La UE debería ganar autonomía estratégica frente a la nueva Casa Blanca, y esto solo es posible relanzando el proyecto europeo en diversas direcciones

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NICOLÁS SARTORIUS

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1.- La entrada en funciones de Donald Trump como presidente de Estados Unidos no es un relevo más en la dirección de la mayor potencia del mundo. A lo largo de su historia EEUU ha tenido buenos, regulares y malos inquilinos de la Casa Blanca, pero siempre individuos que se movían dentro de coordenadas previsibles y de códigos conocidos. En este caso, me temo que estamos ante un sujeto político no identificable, cuya conducta no está sometida a los cánones de un gobernante normal. En cualquier caso, ha sido elegido por los norteamericanos y está ahí aunque haya obtenido cerca de tres millones de votos menos que su oponente, Hillary Clinton. Con este inquilino de la Casa Blanca tendremos que lidiar los próximos años, y conviene empezar por saber de qué se trata.

ARENGAS CONVERTIDAS EN ACCIONES

2.- Sus proclamas durante la campaña electoral y las primeras medidas tomadas  en su mesa del Despacho Oval, con gesto musoliniano, son muy inquietantes, de dudosa legalidad e incluso abiertamente ilegales. Algunos se han consolado pensando que son excesos verbales o bravatas y que la realidad del ejercicio del poder atemperará sus excesos y le hará regresar a la senda del realismo político. No soy de esa opinión. En primer lugar, porque en política las palabras, o los tuits, son hechos, sobre todo si proceden del presidente de EEUU, y luego porque las órdenes ejecutivas que durante estas semanas ha lanzado como misiles se corresponden con las arengas de la campaña presidencial. Proclamas que de llevarse a la práctica --y algunas ya están en marcha-- pueden cambiar todos los datos económicos y geopolíticos del conjunto del planeta a peor, incluso a mucho peor. Veamos algunos de estos cambios.

TRATADOS Y POLÍTICA MEDIOAMBIENTAL

Su posición ante el comercio internacional, denunciando los tratados del Pacífico, el de las Américas o el non nato Transatlántico, nos retrotrae varias décadas. Apostar por el proteccionismo económico, por elevar los aranceles, es introducir bombas de relojería en el engranaje de la mundialización, incitar a guerras comerciales --pues todos se van a defender con las mismas armas--, y ya sabemos por experiencia histórica dónde pueden acabar esas querellas comerciales.

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El negacionismo medioambiental puede suponer un auténtico suicidio a medio plazo ante la evidencia de que si EEUU incumple los acuerdos de París en cuanto a las emisiones de CO2, etcétera, otras potencias harán lo mismo y retrocederemos lustros en la lucha contra el cambio climático en un momento crucial al que ha llegado este problema, en opinión unánime del mundo científico.

POLÍTICA EXTERIOR AVENTURERA

Sus declaraciones sobre el rearme atómico y sus amenazas a Irán o a China suenan al nefasto periodo de la guerra fría. Quizá en su ignorancia no comprende que no existe el rearme unilateral y que una nueva carrera armamentista solo beneficiará a la industria bélica y pondrá en peligro a los sufridos humanos. Se trata de una política aventurera que puede dejar en pañales los destrozos de la intervención de Bush en Irak.

Su expreso apoyo al brexit --y a los nuevos brexit-- no augura nada bueno para las relaciones con la Unión Europea, hasta el punto de que una persona conservadora como el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, ha hablado de amenaza para la propia existencia de la UE. Su estímulo a la premier británica, Theresa May, y su próximo viaje a la Hungría del ultraderechista Viktor Orbán caminan en la misma dirección. Todo ello, agravado por el tratamiento que está dando a los emigrantes y los refugiados. El levantamiento de un muro en la frontera con México es una agresión a toda Latinoamérica, y la prohibición de entrar en EEUU a personas de países enteros, por motivos de religión, es una violación del derecho de gentes y de la propia Constitución de EEUU, prohibición que ha sido corregida, por fortuna y de momento, por un juez federal estadounidense.

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Por último, veremos qué ocurre con el juego de las alianzas. La simpatía de Trump por Vladimir Putin puede ser el resultado de una vieja amistad de negocios o la intención de iniciar un giro en las alianzas políticas con el objeto de aislar a China en Asia, como enemigo principal, al tiempo que se construye una pinza anti UE, con el fin de que regresen los pequeños estados-nación, cada uno por su lado, fáciles de dominar, y acabar así con una molesta competencia.

ESPAÑA Y EUROPA DEBEN ACTUAR

3.-  Ante este panorama, ¿qué hacer? Ya sé que en EEUU existen contrapoderes: el Congreso, el Senado, los jueces, que pueden equilibrar las medidas más drásticas. Sin embargo, no olvidemos que el Partido Republicano controla ambas cámaras, por lo menos durante los próximos dos años, y el Tribunal Supremo. Opino, en consecuencia, que España y la UE no deberían adoptar una actitud pasiva de ver qué pasa, sino acordar una posición común que podría plasmarse en la próxima cumbre de marzo en Roma con ocasión del 60 aniversario del tratado que lleva el nombre de esa ciudad. El objetivo, en mi opinión, debería ser ganar autonomía estratégica, y esto solo es posible relanzando el proyecto europeo en diversas direcciones, culminando la unión económica y avanzando resueltamente hacia la unión política, incluyendo la seguridad. Sin duda, eso pasa por que en Alemania y Francia ganen las fuerzas europeístas en las próximas elecciones y se haga una política social que convenza a la ciudadanía, hoy escéptica, de que es mucho mejor para su bienestar y la propia democracia construir una Europa unida y fuerte que retroceder a los débiles estados-nación de antaño, litigando entre ellos y dominados por grandes potencias en este mundo globalizado.