HOY JUEGAS

Qué bueno era Lauridsen

Este fin de semana toca derbi de nuevo, pero la verdad es que si hay excitación es por ver a Dembélé

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JOAN CAÑETE BAYLE

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John Lauridsen no fue titular en el famoso partido de ida de la final de la copa de la UEFA de 1988 entre el Espanyol y el Bayer Leverkusen. Javier Clemente le tenía ojeriza. N’Kono, Job, Miguel Ángel, Gallart, Soler; Orejuela, Urquiaga, Iñaki; Valverde, Pichi Alonso y Losada fue el once titular que ganó 3-0 a los alemanes. De aquel equipo,  Valverde y Soler  poco después ficharían por el Barça de Cruyff, pero yo no soñaba con ninguno de los dos para mi equipo; yo prefería a Lauridsen, tal vez porque se me antojaba el Schuster del Espanyol: el porte centroeuropeo, la cabeza alta, la cabellera rubia, tanta calidad.

Aquellos partidos de aquella UEFA (Borussia, Milan, Inter, las semis con el Brujas), aquellas ganas de ganar de un equipo inferior a sus rivales, hicieron que en las aulas de BUP muchos culés simpatizáramos con el Espanyol. Generacionalmente, los que cursamos EGB no le teníamos especial inquina al Espanyol, nuestros mayores hablaban de derbis más divertidos, disputados y caldeados que los que vivíamos nosotros. En los 80, antes de la llegada de Cruyff, los del Barça bastante teníamos con lo nuestro, con solo la Liga de Venables que echarnos a la boca; tras el profeta, lo del Espanyol ya nos quedaba demasiado lejos, jugábamos en otra Liga.

Tal vez por eso la rivalidad siempre me ha parecido forzada. Cierto, el tamudazo dolió, pero más por escuchar a Roncero y compañía que por perder una Liga que en el fondo los de Rijkaard dejaron irse ellos solitos. Cierto, la incapacidad de robarle puntos al Madrid enerva, pero qué le vamos a hacer, no todo el mundo puede ser el Superdépor. En los últimos años, por la agresividad con la que juegan parece que ellos esperan el derbi con más ganas que nosotros, a ver si vuelven a fastidiarnos la Liga. Este fin de semana toca derbi de nuevo, pero la verdad es que si hay excitación es por ver a Dembélé. Ya se sabe, no hay mayor desprecio que no hacer aprecio. Eso sí, qué bueno era Lauridsen. Hasta Marco Asensio (¡ay!) no había vuelto a ver algo así de blanquiazul.