La crisis europea

El puzle griego

La UE no puede permitirse mostrar debilidad y marca músculo para que quede claro quién manda

GUILLEM LÓPEZ CASASNOVAS

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Como son muchas las piezas necesarias para comprender la situación griega, usaré píldoras resumidas. Pido disculpas por obviar matices. No sabemos con certeza la situación económica. Hace tiempo que los datos son de mal fiar para hacer un análisis objetivo. Este es un hándicap grande en mundo global. La incertidumbre y la manipulación campan a sus anchas.

Sabemos de los errores del pasado: los rescates del 2010 y el 2012 tenían que haberse hecho con condonaciones más elevadas, no por la trascendencia que hoy pueda tener la deuda -no es tanta como se dice, mucha está aplazada al 2020 y los intereses son bajos-, pero así no habría ideas erróneas, como la de que es la deuda lo que crucifica los griegos.

La deuda griega en buena parte la tienen los gobiernos (26.000 millones de euros le han tocado a España, que ya sabemos que no anda sobrada de superávit) e instituciones no buitres (el BCE de Mario Draghi, por ejemplo). Muchos de los privados que habían prestado a tipos de interés bastante elevados en su día pudieron centrifugar los créditos a la UE. Eso fue un gran error, pero iba a favor, y no en contra, de los griegos. De hecho, hasta el pasado verano este alivio permitía aún a los bancos griegos recurrir al crédito internacional. No es cierto, por lo tanto, que el dinero de los contribuyentes europeos esté yendo ahora a los bancos franceses y alemanes vía rescates griegos.

Ciertamente, parte del dinero que ha dejado el BCE ha servido para financiar, devolver o renovar la deuda griega. Y solo en torno a un 10% para alimentar nueva deuda. Pero eso no es un castigo de Europa: ha facilitado que cumpliéramos con los acreedores tipo FMI para suavizar los acuerdos de las deudas aún pendientes. El Fondo se postula como ayuda para la estabilidad en las crisis internacionales, pero tiene accionistas que no tienen la obligación de financiar los excesos de gasto corriente frente a lo que un maltrecho Estado lograba recaudar.

El dinero que ha dejado el BCE a Grecia (un país más o menos como Catalunya) ha aumentado en un año en más de 75.000 millones. Ha dado liquidez a los bancos griegos, vía banca nacional, para mantener la economía y no -se supone- para alimentar los déficits de los gobiernos griegos, aunque las trampas son de difícil control. Aquellos euros son pasivo en el balance del BCE, y su aumento se ve con preocupación por quien probablemente deberá afrontar la mayor parte del fiasco si las cosas no se enderezan en Grecia: Alemania. ¿Por qué razón los alemanes o los españoles deberían fiarse del Gobierno griego más que los propios nativos? En el 2014 había en Grecia 180.000 millones en depósitos domésticos en los bancos. Hoy, 139.000 millones. ¿Suscribirían los griegos con estos depósito una emisión de deuda patriótica confiando sus ahorros al Gobierno?

En el ámbito geopolítico, Ucrania ha servido para el envalentonamiento de los griegos (la mirada rusa en el Mediterráneo ha hecho que Obama presionase a la UE). Pero las manifestaciones de los podemos, desde Bulgaria a Portugal pasando por el paseo de Gràcia/Provença, juegan ahora en su contra: la UE no puede permitirse mostrar tanta debilidad. Han sido demasiados los abrazos de Juncker con las contrapartes -y a la vista de lo sucedido, con pocos resultados- como para ahora no tener que marcar músculo para que quede claro quién manda en Europa. Que los poderes en Europa son al menos compartidos, que la política fiscal tiene unas reglas, y que si a alguien no le gusta la ortodoxia y quiere decidir por sí mismo no debe tener deudas. O debe borrarlas de sus balances, pero abandonando el club.

Alemania ha preferido empujar al FMI para hacer creíble la ortodoxia, posiblemente porque veía débiles a franceses e italianos. Esto es síntoma también de la debilidad europea. Sin embargo, Christine Lagarde de vez en cuando parece que se siente utilizada y quiere aflojar. Y es entonces cuando resurge el ministro de Finanzas alemán. Pero ha tenido claro que Draghi no asesinaría a Grecia retirando la ayuda de emergencia. Hace bien. Es un tema político que de otro modo erosionaría y mucho el papel del supervisor. La UE no puede improvisar constantemente y la falta de robustez de su jurisprudencia puede acabar jugando mucho en su contra.

Cuando alguien ancla su posición a un referéndum, abandona los márgenes que necesita para hacer política. No solo la de la casta, sino la más noble: la del pacto y la transacción. Alexis Tsipras creo que aquí se ha equivocado. Y quien en este juego se equivoca tiene las de perder. Con su decisión, mal si sale el sí y mal si sale el no Lástima. Porque en el fondo a algunos lo que nos sabe peor es que toda la pléyade de analistas de EEUU que decían que esto del euro era una broma, que los estados unidos de Europa no resistirían este tipo de embates, se frotan las manos. Krugman incluido.