EN CLAVE EUROPEA

Pulso peligroso entre Bruselas e Italia

el primer ministro italinao Giuseppe Conte

el primer ministro italinao Giuseppe Conte / periodico

Eliseo Oliveras

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La Comisión Europea, con poco más de seis meses de vida política antes de las elecciones europeas de mayo del 2019, ha decidido esta semana rechazar los presupuestos del Gobierno populista italiano para el año próximo, pese a que no supera el techo de déficit público del 3% del producto interior bruto (PIB) fijado en el Tratado de la Unión Europea (UE). Esta decisión sin precedentes contrasta con anteriores acomodaciones de la UE al incumplimiento del pacto de estabilidad por parte de Alemania y Francia, cuando superaron sin penalizaciones el límite de déficit durante cuatro años consecutivos (2002-2005), o cuando el Ejecutivo comunitario avalaba los presupuestos irrealistas y las rebajas de impuestos del Gobierno del Partido Popular de Mariano Rajoy y luego concedía nuevos plazos.

La decisión de la Comisión Europea de optar por la confrontación pública con Italia supone jugar con fuego por el impacto potencialmente desestabilizador que puede tener en los mercados financieros y por dar argumentos a las fuerzas euroescépticas, al mostrar que el voto del ciudadano no cuenta en la política económica si se aparta del 'diktat' de Berlín y Bruselas.

La desposesión al ciudadano de sus derechos políticos en materia económica en la eurozona, que queda en manos de la Comisión Europea y de un entramado normativo tecnócrata, es uno de los factores clave que, junto a la desigualdad, explica la crisis de la UE y el voto de rebelión hacia los partidos populistas, subrayan el filósofo Jünger Habermas y el sociólogo Wolfgang Streeck

Barrera psicológica

La deuda pública italiana asciende a 2,23 billones de euros (133% del PIB de Italia y el 23,6% de la deuda total de la eurozona). Por ello, es demasiado voluminosa para poder ser rescatada si pierde la confianza de los inversores. Desde el 25 de septiembre. la prima de riesgo de la deuda italiana respecto al bono alemán ha aumentado 80 puntos básicos superando la barrera psicológica de los 300 puntos. Y la desconfianza ha comenzado a contagiarse: la prima de riesgo de la deuda española se ha encarecido 20 puntos, la portuguesa en 25 y la griega en 35. El presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, recomendó la semana pasada a Roma que "bajara el tono" en su pulso con Bruselas para no desestabilizar los mercados financieros. La misma recomendación debería habérsela aplicado la Comisión Europea. 

Berlín, después de sanear sus cuentas, impuso a sus socios un mayor rigor con el paquete de ocho reglamentos de gobierno económico (2011 y 2013) y el tratado fiscal europeo (2012). Además de mantener el déficit por debajo del 3%, esas normas restringen el gasto público y exigen la reducción anual de al menos el 0,5% del déficit estructural para alcanzar el equilibrio presupuestario a medio plazo.

La Comisión Europea rechazó el presupuesto italiano en base a esas nuevas normas, porque el déficit se situará en el 2019 en el 2,4% del PIB, en lugar el 0,8% que esperaba, y porque no reducirá su déficit estructural en el 0,6%, sino que lo aumentará en el 0,8%. De nada ha servido que el Gobierno italiano subrayara que el déficit sigue estando por debajo del techo del 3%, que continuará bajando en los próximos años y que la economía italiana está ahogada por esta década de política de austeridad y que aún no ha recuperado el nivel de antes de la crisis.

Promesas electorales

La discordia se centra en la aplicación en los presupuestos de las promesas electorales de los partidos de la coalición gubernamental, el Movimiento 5 Estrellas y La Liga: aumento de la inversión pública y del gasto social (pensiones y bono social), aplazamiento de la subida del IVA y rebajas fiscales para las pequeñas empresas.

La Comisión Europea parece decidida a repetir con Italia la estrategia ejemplarizadora que la UE usó con Grecia en el 2015, cuando intentó rebelarse contra el draconiano plan de ajuste. Pero Italia no es Grecia, que sólo supone el 1,6% la economía de la eurozona. Una desestabilización financiera de Italia arrastraría a los demás. La Comisión Europea carece de poder para impedir la aprobación del presupuesto italiano y sólo puede abrir un expediente por déficit excesivo y no reducción de la deuda, con sanciones a medio plazo.

La política de austeridad provocó una segunda recesión tras la crisis financiera y recortó innecesariamente el PIB de la eurozona en un 7,7% en el periodo 2011-2013, según el estudio encabezado por Sebastian Gechert. Ahora ahoga la recuperación. El economista Davide Guarlezi señala que el principal objetivo de la política de austeridad y sus reformas anexas es laminar el Estado del Bienestar y los derechos laborales para reforzar el control social, ya que no sirve para impulsar el crecimiento, ni reducir la deuda pública.