GEOMETRIA VARIABLE
Puigdemont se erige en el César de la secesión
Pese a lo que afirma, no descarta convocar nuevas elecciones si cree tener viento favorable
Joan Tapia
Presidente del Comité Editorial de EL PERIÓDICO.
Joan Tapia
Carles Puigdemont salió el domingo en TV-3 crecido por la decisión de tres jueces alemanes de no extraditarle por rebelión y dejarle en libertad provisional. Un gol al juez Pablo Llarena y a Mariano Rajoy. Pero flotó en cierta irrealidad, hasta el punto que Vicent Sanchis, el entrevistador, pareció que "'tocava més de peus a terra'".
Puigdemont afirmó no desear elecciones. Pero no fue convincente. Primero porque dijo que si las había sería por culpa del Estado y que necesitaba tiempo para negociar, cuando -si él quisiera- habría 'president' antes de Sant Jordi y Madrid no podría decir ni pío. Segundo, porque insistió en que las soluciones que no respeten el mandato de la gente no son soluciones. Pero la mayoría es independentista y, en régimen parlamentario, cualquier diputado secesionista consensuado no contravendría la voluntad popular. Tercero, porque deslizó que la próxima ley de presidencia (¿cuándo?) permitiría la investidura a distancia. ¿Quiere volver a ser candidato? Sabe que no saldrá.
Vino a decir que era el César secesionista. Y el César debe poder elegir hasta el último momento lo que conviene. Con su autoridad reforzada puede imponer que el nuevo 'president' sea de facto algo similar a un mero delegado suyo en el interior. Pero cree que le conviene alargar algo el choque con el Estado. Insistiendo en su candidatura o en alguna que sabe imposible. Ingenio tiene.
La manifestación del domingo exigió un 'president' con rapidez porque es un paso necesario para la reconsideración -nada fácil- de la situación de los presos. Y ERC y el PDECat le dejarán decidir el nombre porque su prioridad es que haya 'president'. Puigdemont no los quiere contrariar. Y tampoco le interesa porque un delegado suyo en el interior es -hoy por hoy- lo mejor y más cómodo para él.
Pero no quiere prisas porque -dijo- necesita tiempo para negociar. ¿Qué y con quién si todo estaba ya listo para cuando fracasara el segundo intento de Jordi SànchezJordi Sànchez? No es para negociar, sino para seguir plantando cara al Estado. ¿Qué gana Catalunya con tres semanas mas de tensión?
Nada. Pero imaginemos que a Puigdemont se le aparece Dios por segunda vez y el tribunal alemán (cosa no demasiado probable) también rechaza pronto su extradición por malversación. Entonces -argumentando que la justicia alemana habría desautorizado al Estado- podría estar tentado de apostar por ir a elecciones. Aquello que no hizo el 27-O al negarse a disolver, como decía el pacto negociado por Iñigo Urkullu. Cree que entonces podría tener lista única.
Sería una jugada de póquer. Si bajara votos, él estaría muerto. Y el secesionismo en la UCI si se perdiera la mayoría absoluta. Si subiera no tendría garantizada la presidencia -ni la independencia-, pero colocaría en una situación muy difícil al Estado.
El objetivo de Puigdemont es tener manos libres para actuar como César. Arrojo tiene, desmesura también. Al fin y al cabo, con 34 escaños (de 135) tiene dos diputados menos que Inés Arrimadas, que alardea pero no se ve César, y solo dos más que Oriol Junqueras.
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