Puercas

De los hombres políticos no se dice si tienen la barriga enorme, o si en la cama dan pena o van necesitados; se les critica por sus actuaciones e ideas

SÍLVIA CÓPPULO

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

«Me han dicho si me ponía de rodillas ante el 'president' para tener lo que toca a la altura de la boca», me cuenta Pilar Rahola, en Catalunya Ràdio, a quien, no hace mucho, el expresidente de la comunidad de Madrid, Joaquín Leguina, la llamaba en 13TV «hija de puta», mientras el presentador Antonio Jiménez lo escuchaba tranquilamentoe En la línea de insultar a mujeres que actúan públicamente, Antonio Burgos escribía en 'Abc': «¿Por qué las tiorras separatistas, ora vascongadas, ora catalanas, de Bildu o de la CUP... van todas a peluqueros centralistas o españolistas que se vengan de sus ideas separatistas y les hacen estos peinados mortales de necesidad?». Su 'hermano gemelo', el exvicepresidente del Barça Alfons Godall escribía en Twitter: «Ya sé que recibiré leña, pero para ser activista de la CUP, ¿hay que ser e ir necesariamente fea de cojones?».

Afortunadamente, los insultos a las mujeres no siempre quedan impunes. En el 2010 Eduardo García Serrano, en Intereconomía, se refería a la entonces 'consellera' de Salut, Marina Geli, como repugnante, guarra y puerca, fabricante de degenerados, que animaba a los jóvenes a tocársela. Los juzgados lo condenaron con 18.000 euros de multa. El hoy comisario europeo de Energía, Miguel Arias Cañete, exministro del PP, el que decía que el plan hidrológico se haría «por cojones», sabe por qué pasa esto de insultar a mujeres con proyección pública. Dice, creyéndoselo, que no se puede discutir con una mujer porque la haces sentir mal, ya que no puede tener el mismo nivel de raciocinio que un hombre. De los políticos no se dice si tienen la barriga enorme y la cabeza como una bola de billar, o si en la cama dan pena o van muy necesitados; se les critica por sus actuaciones e ideas.

Mujeres, cuerpos y cosas

¿Por qué a las mujeres, pues, las cosifican; es decir, las reducen a un cuerpo y a una cosa, o mero objeto sexual, como dice, Sara Berbel, doctora en Psicología social? Ella contesta: porque si se tuviera en cuenta su argumentario intelectual, se las colocaría a igual nivel que a los hombres. Por eso las insultan. O sea, lo que dice Cañete, pero al revés. No es nuevo esto de los insultos a las mujeres que opinan y actúan, añade Berbel. A Mary Wollstonecraft, la madre del feminismo, la llamaron «hiena con faldas» por contrariar a Rousseau, que decía en su tratado de educación 'Sofía', que a las niñas cuando juegan se las debe interrumpir continuamente, para que se vayan acostumbrando a la irracionalidad y los agravios de su marido sin quejarse.

No es en vano que aún hoy un hombre público sea alguien con responsabilidades públicas, y una mujer pública siga siendo sinónimo de prostituta. Ya es momento de reaccionar, ¿verdad? ¿O no? Mientras nos lo pensamos, me voy a mirar si tengo o no el culo gordo.