El fenómeno Escobar

Tú puedes ser un gran narco

Me irrita el márketing lelo de una cultura posmoderna que frivoliza conflictos abiertos

Pablo Escobar, con su hijo Sebastián Marroquín, en una imagen de archivo. 

Pablo Escobar, con su hijo Sebastián Marroquín, en una imagen de archivo. 

MIQUI OTERO

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Tú puedes ser Pablo Escobar, sin necesidad de cargarte a 3.000 personas. Una empresa francesa ha creado una opción de Snapchat para que fusiones tu cara con la suya. Otra de Taipéi lanza una línea de muñequitos con su mostacho. Operadores yanquis ofrecen narcoturismo, cena VIP con Popeye, uno de sus sicarios, incluida. Netflix, la productora de la serie que ha encendido el fenómeno, anunciaba la segunda temporada con una advertencia, apostillada por el emoji bigotudo: «A Pablo Escobar se le respeta». El hijo del capo colombiano ha criticado una serie que, según él, edulcora la figura de su padre: «Parece que ser narcotraficante es cool». Pero ni él queda fuera del juego: posee una marca de camisetas con su imagen.

Ahora que también triunfa el estupendo ensayo Fariña y que se proyecta su versión seriéfila, diré que, a escala inofensiva, me familiaricé con mitos similares en mis veranos gallegos: del tío-abuelo que regresó de EEUU hablando un sospechoso gallego con acento italiano (había trabajado en las atarazanas controladas por el mafioso Lucky Luciano) al hijo de los ricos de la comarca que llegaba un día sin media oreja. Cuando iba a por tabaco para mi padre al bar, el camarero no me preguntaba la edad, sino: «Del normal o del otro».

En la adolescencia superé el asma, pero el moralismo censor de ficciones aún me produce alergia: me cae mejor el pistolero Dillinger (y James Cagney) que el capo del FBI J. E. Hoover y vi la última temporada de Los Soprano en camiseta imperio, fumando puros y cocinando spaghetti alle vongole. Pero quizá porque ha arrasado en Galicia un presidente que se dejaba dar cremita por un contrabandista en un yate o por el colapso que vive Colombia tras su votación sobre las FARC, me irrita el márketing lelo de una cultura posmoderna que frivoliza conflictos abiertos.

En su novela Matadero V, sobre la segunda guerra mundial, una mujer le dice a Kurt Vonnegut: «Pretenderás hacer creer que érais verdaderos hombres, no unos niños, y seréis representados en el cine por Frank Sinatra. Y la guerra parecerá algo tan maravilloso que tendremos muchas más».

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