La rueda

No se os puede dejar solos

ANTÓN LOSADA

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Algo así debió pensar Mariano Rajoy mientras volaba en el Moncloa Force One regresando desde Washington. Ahora que ya se retrataba en la Casa Blanca y el presidente norteamericano le reconocía ese liderazgo sosegado que tanto le han negado en su partido, las cosas domésticas se descontrolan de la manera más tonta. Mientras el Obama de las políticas expansivas aplaudía a Rajoy por sus políticas de ajuste masivo, en España se liaba parda. Es la maldición de los inquilinos de la Moncloa: cuanto mejor les va por el mundo, más les pitan en casa.

Primero se armó en Burgos, una de las plazas tradicionalmente más seguras. La ciudadanía paraba el reinicio del modelo de la burbuja, con la obra pública al servicio del constructor local de turno. El cemento ya no calla todas las bocas. El intento de convertir la protesta social en un problema de orden público volvía a fracasar estrepitosamente. No quedó más remedio que mandar parar. Ni en Burgos ni en Cornellà entendemos que haya 13 millones para un bulevar en el Gamonal pero no 13.000 euros para arreglar su guardería pública.

Mientras se reproducen las movilizaciones de apoyo, al enemigo exterior se han sumado los compañeros de partido. La repenalización del aborto diseñada para contentar al follower popular que se movilizó contra la ley de plazos o el matrimonio homosexual ha dividido más al PP que el caso Bárcenas. La muchachada huele sangre y José Antonio Monago ha sido el primero en hacer una palomita y lanzarse a la yugular del ministro Gallardón, quien de nuevo confirma que desconoce por completo cómo funciona su partido. Así las cosas, no debería extrañar a nadie que Rajoy se haya escaqueado de ir a Davos. A saber la que lían si me vuelvo a ir, pensará con razón mientras elige un marco bonito para su fotografía con Obama.