El PSOE como mal menor

El deseo de cambio requiere un político meteórico, y tanto Iglesias como Rivera son ya gatos viejos

Pedro Sánchez y Susana Díaz, en marzo del 2015 durante un mitin en Vicar (Almería).

Pedro Sánchez y Susana Díaz, en marzo del 2015 durante un mitin en Vicar (Almería). / periodico

XAVIER BRU DE SALA

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Tal vez la clave para predecir futuribles se encuentre en el deseo de cambio de las sociedades. Quien acierte a medirlo ya ha ganado mucho. Quien no, lo tiene todo perdido. Las presidenciales francesas han ido de este palo. La batalla por el liderazgo del PSOE, también. Los dos candidatos con posibilidades se diferencian por dos letras: Pedro Sánchez es partidario del cambio; Susana Díaz, del recambio.

Según Díaz, los cuadros más conservadores del partido y la vieja guardia que pretende imponerla a la militancia, España está encarrilada. La emergencia de dos partidos nuevos puede no ser pasajera, pero no representa una amenaza seria. Un día u otro, la gente se hartará del PP, por el cansancio de la ciénaga de la corrupción o por lo que sea, de forma que quizá bajará en favor de C's.

Si entre los dos se reparten el voto de la derecha, por ejemplo, 95 escaños para el PP y 65, para C's, el PSOE podría ganar aunque solo sume 15 o 20 diputados a la triste cifra de 85 de que dispone en la actualidad. Dado que la mayor parte de esta ganancia provendría de Podemos, el candidato socialista estaría en condiciones de encabezar un Gobierno de coalición, preferiblemente con C's y algún añadido, o por qué no, con el apoyo de los populares en las cuestiones esenciales.

Estas cuentas o unas parecidas son las de la candidata oficialista. Lejos de trazar un cordón sanitario alrededor de los podemitas y de los soberanistas catalanes, Sánchez es partidario de proponer y negociar reformas para un reequilibrio social y en la arquitectura del poder territorial. Sin pasarse un pelo, claro, porque si gana estará estrechamente vigilado, pero con una música más integradora.

¿Y las barbas del vecino? ¿Acaso no es impactante la imagen del hasta ayer todo poderoso Manuel Valls intentando colarse en las candidaturas de Macron y recibiendo un portazo en la cara que tal vez lo descabalgue de la vida política? Si en algo están de acuerdo todos los socialistas es que lo de Francia, antes Grecia y quizá mañana Italia, en España no va a ocurrir.

EN LA PICOTA

Entre otras cosas, porque el deseo de cambio requiere un político meteórico que lo encabece -TrumpMacron, en su momento Renzi-, y tanto Pablo Iglesias como Albert Rivera, o en Francia Marine Le Pen ya son gatos viejos, iconos instalados y algo marchitos, y más que lo estarán. De momento, las encuestas no auguran grandes perspectivas de mejora a los dos partidos nuevos, pero aunque el PSOE recupere el primer lugar en la oposición, la diferencia con Podemos es demasiado ajustada para descartar el 'sorpasso'. Si se llega a producir, el PSOE estará en la picota.

Esta es la pesadilla de los socialistas. Interpretar si el malestar de la sociedad es una rabieta pasajera o un estado de ánimo profundo, consistente y persistente. Intuir, puesto que no se puede saber, si es mejor integrar de alguna manera lo que representa Podemos y los deseos periféricos de cambio, o afianzar el poder central y lanzar el mensaje de que, se pongan como se pongan los díscolos, lo de España no hay quien lo mueva.