Pequeño observatorio

«Prosperidad insostenible» (año 2005)

JOSEP MARIA Espinàs

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Quizá es interesante, y revelador, por la situación económica y laboral en la que nos encontramos, recordar lo que escribí en esta columna hace unos cinco años. Con permiso: «El Observatorio de la Sostenibilidad en España (OSE) advierte de que España es cada vez más rica, pero que esta prosperidad es insostenible».

Después de recordar que había gente que no lo pasaba muy bien, escribí, con un punto de ironía, que España, como decía el informe, vivía una prosperidad indiscutible, y cada vez era más rica. En aquellos años la gente tenía un buen piso de propiedad, un coche familiar nuevecito, todas los maravillosos objetos de consumo que nos enseñaba la televisión, una segunda residencia y unos billetes para pasar las vacaciones en alguna isla paradisiaca, aunque no pueda precisar si era en el Atlántico o en el Pacífico.

«En España, la prosperidad ya es insostenible –decía, basándome en dicho informe–. Vaya, no hace tanto que lo insostenible era la pobreza. Ahora ya lo saben, la situación es crítica porque aumenta mucho el consumo de energía. Hace pocos días, la red eléctrica de España cortó la corriente durante tres horas a más de un centenar de empresas».

«Parece que también es muy malo que el transporte se haya incrementado –continuaba aquel texto–, y mira que nos habíamos creído que este país iba por el buen camino gracias a contar con más energía para la industria, más capacidad de circulación comercial. Ahora toca moderarnos, parece. A las vecinas de mi barrio del Eixample que ya tienen bastantes años, viven en casas sin ascensor y suben escalón a escalón el carrito de la compra que han llenado en el supermercado, y a los trabajadores que se han quedado sin trabajo y también sin cobrar el paro, seguro que no les parecerá bien que se tengan que moderar porque la prosperidad ya no es sostenible».

«El Observatorio de la Sostenibilidad nos avisaba a jóvenes y a viejos, a ricos y a pobres. Supongo que también a banqueros, financieros, constructores, fabricantes y a toda la población próspera y triunfante».

De esto hace ya cinco años.

Y acababa el artículo diciendo: «Pienso en aquellas bombillas de 15 vatios. En los braseros y el barreño para asearse, en el agua que en los pueblos iba a buscarse a la fuente de la plaza mayor. Invertimos en comodidades, invertimos en progreso. Y ahora nos dicen que demasiado. Enciendo la última pipa, antes de que se produzca el colapso general».

Eso era en el 2005.