La rueda

Prohibido votar. Peligro. Exceso de democracia

ANTóN LOSADA

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España es un país aislado de la realidad por un preservativo llamado Constitución de 1978. Da igual que gobierne la derecha o la socialdemocracia, que estemos en crisis o en expansión, en burbuja o en estallido, en Europa o fuera de Europa. Cada vez que alguien pide votar sobre algo relacionado con cualquier cosa que esté pasando en la vida real, el Gobierno lo aísla poniéndole la Constitución por encima como si fuera un condón, no vaya a ser que nos infecte. Excepto los mercados: a ellos, cuando quieren reformar la Constitución les pone un piso.

Importa poco quién seas o qué quieras. Vasco, catalán, gallego, republicano, mujer, hombre, perroflauta... Si quieres algo, lo que sea, primero reforma la Constitución. Que la gente vote, aquí siempre parece algo peligroso, promiscuo, casi pornográfico. Para el fiscal general del Estado, pensar en la reforma constitucional es pensar en la nada. Para el ministro de Justicia ya parece algo peor que el aborto. Aquí somos así. Nada de hacer cambios meditados y proporcionados a los tiempos. Reformar es de cobardes.

Hace cinco años podríamos haber resuelto sin dramas y con ganancia para todos el llamado problema territorial. Había tiempo, paciencia y ganas. Pero no se arregló porque unos solo querían ganar las elecciones y otros solo aspiraban a no perderlas. Ahora vivimos fiados a la suerte; como Nick Nolte y Eddie Murphy en Límite 48 horas, solo que el nuestro es a 9 de noviembre.

Hoy podríamos acordar sin apuros y para tiempo la cuestión de la forma de Estado. Pero quienes mandan prefieren sumar los votos que aún tienen y apuntarse a una versión de Coge la corona y corre. Dentro de unos años, cuando la realidad les alcance, lo lamentarán, pero entonces ya será tarde.