El 'procés': La mentira fértil
La falsedad está en la supuesta viabilidad real de la hoja de ruta que presenta la independencia como un hecho imparable
Jordi Mercader
Periodista.
JORDI MERCADER
La sinceridad se abre paso entre algunos protagonistas del 'procés' a medida que se agotan los plazos y se acerca el día del 'caixa o faixa'. Me decía el otro día un amigo independentista bien informado, tras aceptar la hipótesis de que todo acabe en nada, al menos de momento y a pesar de tantas promesas sobre la inevitabilidad y la inminencia del hecho histórico: "Pues habrá sido una mentira fértil".
Una mentira fértil suena casi como una verdad aplazada, como un glorioso fracaso imprescindible para una futura victoria. También puede entenderse como la descripción de una simple maniobra para obtener un buen resultado electoral a corto plazo. La fertilidad ofrece un catálogo generoso de interpretaciones inspiradoras, siempre dependiendo de la predisposición del interlocutor. La mentira, en cambio, es una mentira.
La utilización de la mentira como abono electoral no es un invento del independentismo catalán; es sencillamente una práctica tradicional de quien considera lícito ningunear intelectualmente al ciudadano para avanzar en sus propósitos políticos. Los proyectos beneficiados por esta fertilidad tramposa mantienen toda su legitimidad; naturalmente, la que debería quedar lastimada es la credibilidad del dirigente mentiroso. Aunque tal vez esta afirmación sea excesiva atendiendo a los muchos ejemplos de tolerancia con el falsario. Algunos de los defensores del 'brexit' o el presidente de la nación democrática por excelencia podrían certificar cómo la credulidad del apasionado por una idea le permite justificar los excesos por la causa.
EMPATE TÉCNICO
El formalismo básico de la mentira fértil es elemental: les diremos y se creerán que no había otra manera de hacerlo. El hilo de esta argumentación es sutil. La mentida aludida por el amigo independentista no está en el sueño, porque nadie puede discutir la posibilidad objetiva de que Catalunya se convierta en un estado. La falsedad está en la supuesta viabilidad real de la hoja de ruta que presenta la independencia como un hecho imparable a partir de la voluntad y la movilización de solo una parte de los catalanes. El empate técnico entre partidarios y detractores es únicamente un detalle molesto.
Para mi creativo amigo, lo relevante de lo que puede estar pasando en el país no es la mentira, claro, es la esperanza de fertilidad para la semilla plantada, a base de dosis permanentes de indignación e injusticia suministradas por el Gobierno central. El remanente de los partidarios de la reclamación soberanista que va a sobrevivir a este primer episodio denominado 'procés' será muy superior a la base social existente en el 2012. El cálculo de este pósito electoral prevalece sobre la valoración del marginal de frustración que vaya a ocasionar el probable incumplimiento de la prometida independencia exprés y el peligro de que esta derive en radicalidad, fortaleciendo a quienes promueven la aventura de jugárselo todo en la calle. No todos los independentistas están dispuestos a sentarse a la luz de la luna a ver crecer la rosa de la libertad.
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