El turno

Priorizar los sueños infantiles

NAJAT El Hachmi

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Una de las frases más escuchadas durante estos meses de vacaciones escolares es «me aburro». La dicen los niños si tenemos la opción de no atiborrarles con mil actividades o si somos lo suficientemente firmes como para apagarles el televisor, el ordenador, la Playstation, la Wii y los móviles. Cuando se apagan las pantallas y no hay ninguna actividad programada, ningún juego dirigido, la primera reacción será de revuelta e indignación, pero si se les aguanta el pulso pronto comprobaremos que empiezan a jugar por sí mismos, inventándose su propio entretenimiento, ideando la nada. Si esto sucede, asistiremos a uno de los momentos más emocionantes de cualquier infancia: aquel en el que gestamos sueños, proyectamos futuros plausibles y parece que todo, absolutamente todo, es posible. Son los años en que nos vemos haciendo de astronautas, salvando ballenas en el Pacífico, de científicos locos, de jugadores de fútbol. También de mecánicos, cocineros o albañiles. Soñar despiertos nos va conduciendo hacia un futuro donde es posible ser cualquier cosa.

Uno de los elementos más importantes para hacer factibles esos sueños aunque sea de manera tangencial es la educación. Los recortes en la escuela pública, el agravio que sufre respecto a la concertada, el encarecimiento de las tasas universitarias, la privatización gradual de los estudios superiores, no hacen más que oscurecer el futuro de muchos niños catalanes. El famoso ascensor social ya chirriaba desde hace tiempo, pero ahora parece que se detiene indefinidamente. No invertir en este ámbito ni en medidas que eviten la fractura social solo significa que una parte importante de la sociedad verá pobremente alimentados sus sueños. Por no hablar de los que se ven literalmente poco alimentados. No en vano uno de cada cuatro niños catalanes está por debajo del umbral de la pobreza.