LA CLAVE

El primer aniversario del 17-A

Cabe recordar y honrar a quienes no están y homenajear a quienes fueron héroes

Ofrendas florales en la Rambla de Barcelona, un día después del atentado.

Ofrendas florales en la Rambla de Barcelona, un día después del atentado. / Ferran Nadeu

JOAN CAÑETE BAYLE

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En ocasiones, parece que el 17 de agosto no sucedió nada en Barcelona y en Cambrils. En el año que está a punto de cumplirse han ocurrido tantas cosas, algunas anunciadas, otras impensables en aquellos momentos, que el atentado terrorista en la Rambla queda como sepultado. La política lo marca todo, y a veces parece que lo importante de aquel atentado fue que en la manifestación posterior empezó a intuirse la brecha institucional del ‘procés’ que después no haría más que agrandarse hasta engullir el concepto mismo de “normalidad”.

A la salida de la Comisión Bilateral el ‘conseller’ Ernest Maragall explicó que a ambos lados de la mesa se habían sentado dos conceptos de normalidad: la del Gobierno español (negociaciones sobre competencias, traspasos, financiación, ‘peix al cove as usual’) y la de la Generalitat (represión, prisión, exilio, el derecho a la autodeterminación no reconocido en Catalunya). Resulta imposible ponerse de acuerdo en algo cuando se parten de conceptos opuestos respecto de qué es la normalidad. En la manifestación después del atentado ya fuimos testigos de la multiplicación de normalidades, no se sabía muy bien si la multitud se manifestó en contra el yihadismo, contra la islamofobia, en solidaridad con las víctimas, en contra del rey de España o a favor de la independencia de Catalunya.

Normalmente, después de un atentado traumático como los del 17-A se aboga por regresar juntos a la normalidad como forma colectiva de superar el miedo y el dolor. ¿A qué normalidad? Si no nos ponemos de acuerdo en qué es lo normal, tampoco lo estaremos en qué no lo es. De ahí que estemos como estamos, con tipos que atropellan cruces amarillas, fascistas que agreden con impunidad, y unos autoproclamados defensores de la República catalana que acusan de traición a Esquerra Republicana de Catalunya, lo cual no es vivir en una normalidad propia, sino un fenómeno paranormal.

En ocasiones, parece que el 17 de agosto no sucedió nada en Barcelona y en Cambrils. Y aquel atentado fue muy grave, y podría haber sido mucho peor si los terroristas hubieran llevado a cabo su plan A. En esta multiplicidad de normalidades igual podríamos hacer el esfuerzo de aprovechar el primer aniversario para regresar a la realidad. Y recordar y honrar a quienes no están, homenajear a quienes fueron héroes, felicitarnos por haber sufrido como sociedad  el terror y no haber caído a los bajos impulsos. Nada más, y nada menos. Sería lo normal.