La rueda

Primavera ibérica

Hemos visto que no era bueno que el desánimo nos llevase a hacer dejación de nuestro poder político

NAJAT EL HACHMI

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De las elecciones del pasado domingo podemos sacar algunas conclusiones claras. La primera de todas es la movilización de una parte del electorado, los que ya nacimos en democracia, que siempre habíamos creído poco o nada en la política. Personalmente he notado de cerca este cambio, porque durante años mi condición de inmigrante no me permitía ejercer el derecho de voto. Mis compañeros de generación me decían que sobrevaloraba este acto, que no servía de nada votar, que todo estaba amañado por los mismos, que todos los políticos eran iguales. Los que gobernaban gracias a este desánimo salían la noche electoral a decir que estaban muy preocupados por los bajos índices de participación y que harían algo para acortar la distancia entre políticos y ciudadanos. Y no hacían nada.

Pero nuestro mundo ha cambiado mucho, y hemos visto que no era buena la estrategia de seguir dejando nuestro poder, por mínimo que sea, en manos de quien lo ha tenido siempre. Nos hemos hecho mayores, que es lo que se hace cuando uno elige y decide; con riesgo de equivocarse, pero decide. Para mí el reflejo claro de este aumento de la implicación de los menores de 40 en política es el triunfo de Ada Colau o Manuela Carmena, pero también la subida evidente de la CUP. Incluso Ciudadanos se podría entender en esta clave si pensamos que hay jóvenes de derechas que ni mucho menos se pueden sentir atraídos por el olor a rancio del PP. Compromís en el País Valencià, Marea Atlántica, Podemos en sus diferentes formas, un PSOE que se verá obligado a pactar con él en muchos casos y por lo tanto tendrá que dejar atrás su vieja manera de hacer... Todo eso da un reflejo de España muy diferente del que ha imperado últimamente. Ya sería desmentir la realidad seguir diciendo que España es igual a PP o que Catalunya es CiU. Será que ahora, de verdad, tocará decidir.