LA CLAVE

Presos de Puigdemont

La divisa del líder de JxCat, mejor "presidente que presidiario", puede arrastar al Parlament a agudizar el conflicto con el Estado

Carles Puigdemont, en Bruselas, el pasado 12 de enero con los diputados de Junts per Catalunya.

Carles Puigdemont, en Bruselas, el pasado 12 de enero con los diputados de Junts per Catalunya. / periodico

ENRIC HERNÀNDEZ

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La innegable habilidad de Carles Puigdemont para generar tuits virales y titulares de impacto a veces le juega malas pasadas. Le sucedió el viernes en Catalunya Ràdio cuando soltó esta tautología: “Entre presidente y presidiario, prefiero ser presidente.”

No les faltan razones a los dirigentes de Esquerra para andar enojados con el líder de Junts per Catalunya. Al fin y al cabo, Oriol Junqueras lleva dos meses y medio en prisión preventiva acusado de los mismos delitos que el expresident, mientras este campa a sus anchas por Bélgica.

Es obvio que a Puigdemont le resultó más provechosa en las urnas la huida a Bruselas que a Junqueras la asunción de sus responsabilidades ante la justicia. Y, para colmo, ahora ERC está atrapada en la telaraña de Junts per Catalunya: considera un despropósito investir a un ausente Puigdemont y agudizar el conflicto con el Estado, pero no sabe cómo zafarse del mito de la “restitución” del Govern depuesto por el artículo 155.

Haciendo añicos su promesa electoral –“Para que vuelva el president hay que votar al president”-, Puigdemont sostuvo el viernes que gracias a la tecnología es plausible gobernar Catalunya sin pisarla. Primero garantizó su regreso si ganaba, luego si era investido y ahora, ni por esas. Solo regresaría si, a diferencia de sus exconsellers obtuviese el compromiso de inmunidad que primero exigió a Mariano Rajoy y luego intentó acordar con el juez. Siempre en vano.

Tutela remota

El plan de JxCat, que el republicano Roger Torrent deberá avalar como presidente del Parlament, es convocar la sesión de investidura mediante una fórmula antirreglamentaria, forzar al Estado a impugnar la votación y que sea el Constitucional, y no la cámara catalana, el que prive a Puigdemont de la presidencia. Se erigiría entonces en “legítimo” presidentmientras otro soberanista ejerciera el cargo bajo su remota tutela.

Los republicanos y todo el Parlament se hallan presos de la táctica de Puigdemont, cuyo empecinamiento puede impedir que se abra la etapa de normalización y de relativa distensión que tantos catalanes anhelan.