CONSECUENCIAS DE LA CREACIÓN DEL ESTADO ISRAELÍ

En presencia de la ausencia

Con la independencia de Israel, la primavera de 1948 ha quedado en la memoria del pueblo palestino como signo del largo éxodo sin tierra

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Jesús López-Medel

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Tomo prestado como título, uno de los libros más bellos que he tenido en mis manos y releído de modo siempre sugerente. Su autor, Mahmud Darwish muerto ahora hace diez años, era el gran poeta árabe del siglo XX. En ese texto, que es una autobiografía poética que se deshace como el mejor dátil de Jericó, narra muchos sentimientos surgidos de su experiencia del éxodo palestino.

Él, como tantos, tuvo que abandonar su pequeña aldea de niño. Era 1948, hace ahora 70 años. En el final del año anterior, las Naciones Unidas habían aprobado un reparto de territorios en esa zona y la creación de dos estados. Pero la teórica partición se vio pronto inviable de convivencia en paz.

Sin embargo, desde Israel, en principio con muchos menos habitantes, inició un proceso de destrucción de poblaciones árabes en la zona y aislamiento de otras, llevando a cabo procesos de colonización. En muy pocos meses, 531 habían desaparecido y fueron reemplazadas por kibutz o moshav. Gente que vino de varios lugares de Europa allí se asentaban y con gran despliegue de fuerzas sionistas y militares, ocuparon más y más territorio en los que por cientos de años habían vivido generaciones de palestinos. Pero estos fueron desplazados iniciando un éxodo sin tierra. e incluso quienes regresaban eran presentes-ausentes. 'No land. No citizen'.

Mantener vivo el recuerdo

Esa primavera de 1948 ha quedado en la memoria del pueblo palestino como signo del 'Desastre', el llamado 'Nakba'. Pronto habrá unos actos para evocar y reivindicar su tierra, lo cual ya se ha anticipado con algunas incursiones o "marchas del retorno" reprimidas por el Ejército israelí  con varios muertos.

A ese momento histórico de ahora y lo que aconteció hace 70 años hay que sumar otras depuraciones étnicas a gran escala hasta la de Gaza en el 2009. De todo ello, hacer de la ausencia física y jurídica del individuo realidad de la presencia, fue la tarea de Darwish. Mantener vivo el recuerdo, la presencia. La historia antes del despojo les lleva a  mantener y legar a la siguiente generación las llaves de las casas derruidas, como siguen guardando los sefardís las suyas en España. Pero el regreso no es posible cuando no puedes volver al lugar del que te despojaron.

Al proceso
colonizador 
y de expulsiones del territorio se suman
depuraciones étnicas
a gran escala en 70 años de conflicto

Mahmud Darwish hubo de emigrar a Líbano y, tras un regreso clandestino a Galilea, donde fue preso, inició  un exilio a El Cairo, Beirut, Túnez, París, Ammán y, por fin, Ramala. En todo ese tiempo, invadido por el recuerdo de su pequeña aldea de la que fue despojado; pero, como expresa, su sombra ni le siguió ni se escabulló. "Se quedó clavada en el suelo, petrificada y más tarde verdeció como una brizna de sésamo".

En la autobiografía de Darwish, aflora una gran riqueza lingüística (junto con una brillante traducción) donde el eje es ciertamente la ausencia, la desposesión de la tierra, el largo exilio, donde vuelves a colgar otra vez un cuadro que te ha acompañado a otros lugares y que sabes nunca volverá a estar en el sitio donde te creaste, de donde provienes. Pero lo sigues llevando contigo…

Es sobre el exilio y el éxodo, pero yo he tenido la fortuna de leer el concepto de ausencia más allá, donde engloba otras manifestaciones de la falta de algo significativo en la vida y que nunca vas a recuperar: la muerte de un padre, la marcha definitiva de una persona amada, etcétera.

Mas la ausencia no es pura nostalgia, sino algo muy diferente. La cicatriz que queda como recuerdo permanente está alimentada -como los judíos vagando en búsqueda de la tierra prometida-, en el caso de los palestinos es una evocación de lo que era su tierra despojada. "Lo que perdiste y dejaste atrás, tenso como una cuerda entre el pasado y el futuro, lo conoces bien. Pero no ves en absoluto lo que te aguarda", escribe Darwish.

Junto a los expulsados de sus aldeas, ven también cómo en la capital de las tres religiones monoteístas, Jerusalén, cada vez son más asfixiados. Habiendo sido mayoría, son relegados, igual que el cristianismo, donde los santos lugares tienen un inmenso valor, como la Gran Mezquita desde la cual el Profeta se elevó al cielo.

El empeño en convertirlo solo en la capital cuyo único centro sea el muro de las lamentaciones como pared del templo de Salomón ha tenido eco en un líder trastornado cual es Donald Trump. El próximo día 14, EEUU trasladará su embajada a Jerusalén. Al día siguiente, en el "el día de la Marcha", miles de palestinos recordarán su historia. Ojala no sea una masacre.

En todo caso, como expresa Darwish "La esperanza es, a modo de compensación, la fuerza indómita del débil".