IDEAS

Poesía, río, meandros

El Lletra d'Or a Jordi Llavina significa un reconocimiento a la constancia necesaria para escribir un poema largo

El poeta Jordi Llavina.

El poeta Jordi Llavina. / ARCHIVO

Jordi Puntí

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Esta semana Jordi Llavina ha recibido la Lletra d’Or por su libro 'Ermita' (Meteora). Además de merecer el premio por el valor de su texto, yo lo veo también como un reconocimiento a la constancia necesaria para escribir un poema largo. 'Ermita' es una especie de 'road poem' en 1401 versos octosílabos. La subida a pie a la ermita de Sant Pere del Puig, en la Selva del Camp, pone en marcha -física y mentalmente- un río de reflexiones sobre el paisaje, entre rural y salvaje, y sobre las criaturas que la habitan y el paso del tiempo. Es un recorrido donde la voz del poeta va encontrando meandros para detenerse y viajar hacia el pasado, para enhebrar pensamientos, para fijarse en detalles pequeños como una hormiga y que concentran toda una lección sobre nuestra existencia.

Llavina ya había tratado estos recursos poéticos en 'Vetlla,' otro poema-libro del 2012, y domina el ritmo y la musicalidad de los versos. Desde la exigencia, entiende que un poema largo es también un sitio para jugar -intercalando un soneto medio disimulado, por ejemplo-, citar otros poetas, reflexionar sobre el propio género y hacer excursos lúdicos o dramáticos, siempre para volver finalmente al camino que enfila con decisión.

El Lletra d'Or a Jordi Llavina significa un reconocimiento a la constancia necesaria para escribir un poema largo 

Los poemas largos dan más libertad al poeta, campo abierto, pero también una dificultad elevada, la de mantener mucho tiempo el balón sin que toque el suelo ni se deshinche -la tensión de los versos seguidos-. Son poemas que se pueden leer de un tirón y a la vez permiten una lectura episódica, es decir, narrativa. Además, Llavina escribe desde una tradición fuerte y que ahora mismo vive un momento brillante. Está Verdaguer, claro, y Sagarra, y el 'Nabí' de Carner, y el 'Poema inacabat' de Ferrater. Están Enric Casasses y Josep Pedrals, que desde hace años exploran la oralidad en el poema largo. Hoy yo añadiría 'La cremallera', de Martí Sales (Males Herbes), 700 versos que también son un viaje, o dos, de carácter urbano. Y los 400 versos de expiación que cierran (y dan título) a un volumen tan descarnado y a su vez vitalista como es 'La netedat', de Sebastià Alzamora (Proa).