ANÁLISIS

El precio de un mal acuerdo

May (2ª por la derecha) y la líder del DUP, Arlene Foster (2ª por la izquierda) observan como los líderes parlamentarios de sus formaciones firman el acuerdo.

May (2ª por la derecha) y la líder del DUP, Arlene Foster (2ª por la izquierda) observan como los líderes parlamentarios de sus formaciones firman el acuerdo. / EFE

ROSA MASSAGUÉ

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Theresa May ya tiene el apoyo necesario para gobernar en minoría. Le ha costado mil millones de libras esterlinas que equivalen a 1.130 millones de euros. O sea que el voto de cada uno de los 10 diputados norirlandeses del Partido Unionista Democrático  (DUP) sale a 130 millones, un poco caro dadas las penurias de las arcas del Tesoro británico que obligan a grandes recortes. Esta penuria la reflejaron los propios conservadores en su programa electoral donde todo eran recortes, algunos tan indignos como el llamado ‘impuesto de demencia’ que introducía un copago sanitario para los jubilados y que tuvo que ser retirado aunque lo fue a medias.

No es de extrañar pues que los laboristas que están viviendo un momento dulce tras su recuperación electoral desde el abismo hayan salido en tromba a preguntarse de dónde sacará May los millones para satisfacer a un partido que además es lo más ultraconservador que hay en el Reino Unido, contrario al aborto, a las uniones matrimoniales del mismo sexo, que no cree en el cambio climático y que basa toda su doctrina y su programa en la literalidad de la Biblia como fijó su fundador, el reverendo presbiteriano Ian Paisley. Este pacto con un partido puritano en extremo tampoco es muy bien visto en sectores del propio partido de May.

AGRAVIOS

El acuerdo con el DUP no solo indigna a los de Jeremy Corbyn, algo que, por otra parte, debe ser de oficio tratándose del partido de la oposición. Las otras autonomías, es decir, Gales y Escocia, están que trinan porque se sienten agraviadas por esta lluvia de libras sobre Irlanda del Norte (territorio que, dadas sus circunstancias históricas, ya es el que más recibe del Reino Unido). El ambiente que se respire en Westminster el próximo jueves, cuando la primera ministra conservadora disponga de los votos unionistas para aprobar su programa de Gobierno conservador salido de las elecciones del pasado día 8, dará la medida del riesgo que implica este pacto en nombre de la estabilidad. 

Sin embargo, la compra de los votos del DUP acarrea otros riesgos mayores. En el Acuerdo de Viernes Santo (1998) que ponía fin al largo, duro y sangriento enfrentamiento en Irlanda del Norte entre católicos y protestantes, el Gobierno británico se comprometía a mantener una exquisita imparcialidad. John Major, el primer ministro británico que impulsó a aquella negociación para la paz --que el laborista Tony Blair llevó a buen puerto-- había advertido de los riesgos que implicaba un acuerdo con el DUP para asegurar la gobernabilidad. Lo mismo hizo Jonathan Powell, uno de los negociadores, quien alertaba, con toda la razón, del riesgo de parcialidad que el acuerdo llevaba consigo. Al final, este mal pacto firmado ahora en Downing Street puede tener otro precio, la cabeza de la propia May.

La alerta cobra mayor sentido cuando la realidad política en Irlanda del Norte está derivando hacia la polarización. En las recientes elecciones legislativas británicas que dieron la insuficiente victoria a May, los partidos moderados norirlandeses desaparecieron del mapa.