Vino de mi cosecha
El precio de la fe
Josep Maria Fonalleras
Escritor
JOSEP M. FONALLERAS
Los protestantes empezaron a serlo el día en que criticaron las bulas papales y la posibilidad de acceder a determinados beneficios espirituales, como quien ofrece cromos, a cambio de dinero. Por eso optaron por un tipo de Iglesia más radical, más pobre, con más principios morales que los que ofrecía la Roma corrupta. Se desentendieron del lujo y la evidencia, y se establecieron con criterios de rigidez ética y de refugio carismático. En lugar de los privilegios establecidos, apostaron por el establecimiento de unas leyes que permitieran el acceso a la riqueza fundamentado en el elogio del trabajo, el rigor y el destino individual. Aquí nace el capitalismo. No todo fue tan fácil, claro. Podríamos añadir un montón de variantes políticas y dinásticas que complicarían mucho la historia, pero, en cualquier caso, hay un asunto que aún pervive desde el siglo XVI. Mientras que los cristianos reformados no tienen una cabeza visible que sea símbolo de los distintos credos, la Iglesia católica sigue contando con la figura del Papa como enseña. Mientras, los católicos aún disfrutan de indulgencias y aún pagan por adquirir determinadas prestaciones, pero todo ello (si excluimos las oscuras prácticas de las finanzas vaticanas) no deja de tener, prácticamente, la categoría de suvenir, como quien envía cartas con matasellos desde la plaza de San Pedro. Es decir: se dan limosnas para oír misa o para casarse, pero sin que la cosa vaya a más. Asistir a los oficios es gratuito y también es gratuito confesarse y recibir la unción de los enfermos. Y, si decides pasar una semana en un monasterio, lo mínimo que puedes hacer es ofrecer a cambio algún billete, más que nada como muestra de educación y en pago a la generosidad de los monjes, y no porque haya tarifas oficiales colgadas detrás de la puerta.
Pagar para oír misa
Todo ello, claro está, si el oficiante no es el Papa. En tierra protestante, en Birmingham, recibir la bendición papal (con misa incluida) costará 30 euros. En Glasgow será más barato y, además, podrás escuchar a la cantanteSusan Boyle, pese a que, en este caso, más que un regalo parece una propina en forma de suplicio; será un cilicio que deberán superar los católicos que acudan a demostrar su fe. Quien no tenga tanto dinero en mano, podrá ir la víspera a Hyde Park. Ya se sabe que rezar no es tan importante como ir a misa. La vigilia será 24 euros más barata que la ceremonia de Birmingham y 18 euros más barata que el oficio de Glasgow. Si no fuera porque los protestantes ya no son lo que eran, sería para emprender una nueva Reforma. Los organizadores dicen que, a cambio del donativo o la aportaciónvoluntaria(a las buenas o a las malas), ofrecerán una bolsa a los creyentes con un cederrón, un carnet y una postal. No sé si echarme a reír o a llorar. Muchos podrán decir que hacer correr arriba y abajo a un Papa es caro, y seguramente tienen razón. Quien quiera verlo, que pague, pero que luego no le llamen misa. Esto es lo que han logrado con tanta itinerancia y tanta devoción por el espectáculo. La idea es esta: quien no tenga dinero, que se haga de otra religión más económica. O que rece en una modesta parroquia de su barrio. Los católicos británicos, una minoría, deberían tomar nota de la organización de la visita deBenedicto XVI a España. Será subvencionada por empresas tan filantrópicas como Endesa, Iberia, Telefónica o el Banco Santander. Así, al menos podremos ir al cielo sin tener que pasar por Servicaixa.
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