Glenda, el Rey y la Reina

Glenda Jackson

Glenda Jackson / periodico

JOSEP MARIA POU

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Aparco durante 48 horas el enfado que mantengo con los ingleses a raiz del Brexit y el repelús que me produce oir, leer o decir 'post-truth' (me da igual que Oxford la bendiga, esa palabra no es palabra sino palabrota), y me acerco a Londres a ver teatro. Glenda Jackson bien vale, si no una misa, un armisticio.

En la puerta del viejo y querido Old Vic me doy cuenta de que llevo más de cuarenta años acudiendo a sus funciones, desde que en 1973 entré a ver 'Equus' y salí levitando. Con idéntica devoción me siento ahora a ver 'King Lear', la obra que supone el regreso al teatro de la Jackson (como aquí la Espert, el artículo las hace únicas) tras 25 años de ausencia.

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Enorme y blanco escenario. Cuatro lienzos gigantescos delimitan, a ratos, el espacio. Proyecciones digitales de tremendo realismo: unas veces, negras nubes; otras, desiertos acantilados. Una mesa. Las sillas -pocas- imprescindibles. Y los actores. Y Shakespeare, claro.

Aparece Glenda Jackson (pantalón negro, camisa blanca y estola roja; siempre algo de rojo en el vestuario) y avanza decidida hacia el proscenio. La Jackson  empieza a hablar y el teatro se convierte en iglesia, en catedral, en capitolio. ¡Qué voz, Dios mio! ¡Qué dicción! ¡Qué manera de hallarle mil ecos a cada palabra! Una voz profunda, como de barítono bajo, en contraste con la fragilidad de su físico, firme y rotundo, pero de 81 años al cabo. No necesita más. La presencia, la voz y el texto. Y, de vez en cuando, esa mueca burlona tan propia de su estilo. Su 'Rey Lear' está lleno de humor y por eso da un miedo terrible. Es el escarnio y la chanza junto a la fuerza y el abuso. Su mirada es juicio, sentencia y ejecución, todo al tiempo. Y es, al final, el más tierno de los hombres. O de las mujeres. Porque la Jackson consigue lo impensable: que siendo el hombre, el Rey, no dejes de verla mujer, la Reina.

Y eso va mucho más allá del teatro y del talento. Eso tiene que ver con la transfiguración. Algo solo al alcance de los más grandes.

De las más grandes, preciso.