Modelo lingüístico y politica
¿Por qué acusan a Bargalló de traidor?
La mediocridad, cuando toma el mando, corre a denunciar como disidente a quien se huele que es más inteligente
Albert Sáez
Director de EL PERIÓDICO
Soy periodista. Ahora en EL PERIÓDICO. También doy clases en la Facultat de Comunicació Blanquerna de la Universitat Ramon Llull.
Albert Sáez
El revuelo causado por el documento presentado por el conseller Josep Bargalló sobre el modelo lingüístico en las escuelas de Catalunya es sintomático del momento que vive este país y su sistema político. Una lectura sesgada del texto desató la ira de los bots independentistas incapaces de detectar la complejidad de cualquier posicionamiento y prestos a denunciar traidores en cualquier esquina. Es lo que tiene la mediocridad cuando toma el mando, corre a denunciar como disidente a quien se huele que es más inteligente. Fue una tormenta que acabó en un vaso de agua con Quim Torra y Josep Costa perdonando la vida al conseller en las redes al más puro estilo de los matones sicilianos. El núcleo duro del Gobierno actual es, con descaro, seguidor de las tesis del manifiesto Koiné.Koiné.Koiné De hecho, es su traslación política. La dinámica política del Nosaltres, sols es plenamente coherente con esa visión decimonónica del monolingüismo solo vigente hoy en unos pocos países del mundo, entre ellos España. Es curioso que los que se quieren ir de un Estado se esfuercen tanto en construir otro idéntico al que pretenden abandonar.
Una propuesta que derrocha sentido común
La lectura pausada del documento de Bargalló desvela que derrocha sentido común por los cuatro costados. Pero algunos no soportan que la realidad les estropee un tuit con mucho tráfico que es la mejor manera de llegar a dirigente o a diputado de la naciente Crida de Puigdemont. Decir que la escuela tiene que ser en catalán no pasa de ser entre una obviedad y una inconcreción. El documento parte de la base de que la lengua es un elemento nuclear de todo sistema educativo. Recuerda que en Catalunya hay más de dos lenguas primeras -lo que antes llamábamos 'materna'- y que la escuela debe encajar esa complejidad para dar cumplimiento a la legalidad vigente que establece que, al acabar la educación obligatoria, todos los alumnos deben dominar el uso oral y escrito de las dos lenguas oficiales, no siempre coincidentes con las primeras. El documento propone, además, que se conozca una o dos lenguas más, incluido el uso académico de las que traen los alumnos de casa pero que no son oficiales. Una propuesta inclusiva como inclusiva fue en su momento la inmersión lingüística que evitó la segregación de Catalunya en dos comunidades, cosa que admiten los que ahora denuncian la fractura de la sociedad por el debate independentista. No se podría fracturar lo que no hubiera estado unido.
Imaginar hoy a seres monolingües en la era de la globalización y de la cultura digital es tan absurdo como la pretensión secular de que en España solo se hablara castellano
La Catalunya de hoy no es la de 1983 cuando se puso en marcha la inmersión lingüística. Ni la de la Segunda República en la que viven mentalmente Torra y Costa. Por eso, como dice el documento, la inmersión es un instrumento -no el único- para conseguir que los chavales acaben conociendo tres o cuatro lenguas al acabar la escuela. La centralidad de la propuesta es el denominado proyecto lingüístico de centro que ha de permitir a los equipos docentes diseñar las mejores estrategias en cada entorno para conseguir los objetivos comunes a todo el sistema. Un empoderamiento de los profesores que debería ser de todo el agrado de todos esos republicanos de nuevo cuño que pueblan el Parlament y el Twitter catalán tan partidarios de los referéndums y de la participación de la base. Son los maestros quienes mejor conocen la realidad del entorno social de sus escuelas. La ley debe marcarles unos objetivos y la 'conselleria' darles los mejores instrumentos, pero son ellos los que finalmente deben construir y aplicar su propio proyecto. Ir contra esto, sea desde la visión monolingüe catalana o castellana, es en toda circunstancia un error.
Una parte del independentismo ha entrado en una fase estrambótica. Son rupturistas en los gestos y tremendamente conservadores en los argumentos. Imaginar hoy a seres monolingües en la era de la globalización y de la cultura digital es tan absurdo como la pretensión que tuvo durante un par de siglos el Estado español de que en España solo se hablara castellano. Lo más triste del caso es que con esta versión del independentismo no hay ni siquiera posibilidad de debatir. Un tuit de condena y un tuit de perdonavidas es lo máximo que saben hacer la gente de Torra y Costa. Las instituciones catalanas jamás tuvieron al frente a gente de un nivel tan bajo. Acusar a Bargalló de traidor solo puede entenderse por los nervios que está provocando en este sector el escaso entusiasmo que levantan en las bases independentistas sus últimas iniciativas: la Crida sigue atascada en 40.000 seguidores y las primarias que promueven para las municipales no pasan de los 25.000 inscritos. Parece mentira que siendo tan pocos aprovechen cualquier ocasión, ahora la lengua, para ser menos.
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