Al contrataque

Por mis muertos

Sílvia Cóppulo

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Pablo Iglesias, sabe usted poco o nada de nosotros y mucho menos de nuestros muertos. Visto el estropicio causado, tarde y mal se ha disculpado, y en los últimos días ya no menciona en sus mítines a nuestros abuelos andaluces o murcianos, aquellos que, según sus gritos, ahora le votarían a usted, un partido con obediencia española, que eso es lo que usted viene a defender en Catalunya.

Sus palabras me han dolido, y se me han hecho presentes Juan y Sebastiana, mis abuelos murcianos maternos, que llegaron a Catalunya, como otras tantas miles de gentes, persiguiendo una esperanza. Buscaban trabajo, pan y futuro para sus hijas. Se apellidaban los dos Martínez, que es mi segundo apellido. Apenas llegar se fundieron con los de aquí y adquirieron el idioma. Unos eran los otros, y todos somos nosotros.

De niña, recuerdo en la mesilla de noche de mi madre el libro Els altres catalans, de Paco Candel. Leía el título y entonces me preguntaba quiénes eran esos otros. Otros, sí, pero catalanes también, escribió. Un solo pueblo. Cuando Candel narraba las estrecheces y los anhelos de los recién llegados, trabajaba para incluir, para construir una sociedad más justa e igualitaria, una sola, la de los catalanes. Tuve la fortuna de conocerle años más tarde, y mirarle esos ojos pequeños, comprometidos y sabios conversando tras los micrófonos.

Y después de todo, después de que desde todas las posiciones sociales y políticas esta Catalunya se haya construido con los que tienen ocho apellidos catalanes -que son muy pocos- pero también con los que tenemos tres, o dos, o ninguno, y se haya conjurado para construir el presente juntos, sabiendo que esta es una de sus mayores riquezas, llega usted revolviendo orígenes y otorgando identidades. A gritos se atreve a pesar la catalanidad, y se dirige a nosotros, a los que según usted somos menos catalanes, para reclamarnos el voto usando la memoria de nuestros abuelos. Como no le quiero suponer desvergüenza, pensaré que es simple ignorancia. Algunos dicen que pura desesperación para compensar una candidatura que no acaba de arrancar. Por eso hurga en los ancestros.

Si el 28 de septiembre Catalunya se levanta habiendo dicho  a organizarse independientemente, seguiremos teniendo sangre andaluza o murciana en nuestras venas. Intactos los afectos, seguiremos queriendo a nuestros primos, y, como siempre, podremos tejer complicidades con España.

El poder y la identidad

¿De qué hablamos, pues? Hablamos de poder. De poder decidir cómo nos organizamos. En qué Estado queremos estar. Qué Estado queremos ser. Se trata de poder y no de identidad, que la identidad es única. Y si por un momento pensamos en nuestros muertos y en serles fieles, entonces ya no cabe duda alguna. Ellos escogieron Catalunya.