Populismo analítico
Albert Sáez
Director de EL PERIÓDICO
Soy periodista. Ahora en EL PERIÓDICO. También doy clases en la Facultat de Comunicació Blanquerna de la Universitat Ramon Llull.
ALBERT SÁEZ
La realidad no es fácil de entender. Entre otros motivos porque la línea que la separa de la ficción és muy fina como ha demostrado en sus libros el gran Javier Cercas. Cuando la realidad estalla de forma inesperada y poco al gusto de quien la observa se corre el riesgo de precipitarse en el análisis. Cualquiera tiene una teoría con la que explicar por qué una gente tan civilizada como los norteamericanos han elegido a un bárbaro como Donald Trump para custodiar el maletín nuclear durante los próximos cuatro años. Seguramente muchos votantes de Trump no lo ven como un monstruo y les cuesta entender cómo la mitad de sus vecinos han votado por una corrupta conspiradora como Hillary Clinton.
Lo cierto es que no hay todavía teoría científica que explique por qué ha ganado Trump cuando todos esperábamos que ganara Clinton. De la misma manera que confíamos en que el 'no' al 'brexit' superara al 'sí', que la paz se impondría en el referéndum de Colombia y que Sarkozy derrotaría a Fillon. Nuestros deseos forman parte también del paisaje de la realidad. Los aficionados del Barça confían en que el el equipo ganará el próximo fin de semana aunque empató vergonzosamente el anterior. Dicen los psicólogos posmodernos que nuestros deseos construyen la realidad. Con todo, el desconcierto no debería llevarnos a ver similitud en aquello que es diferente: los obreros de Michigan poco tienen que ver con los jubilados de la campiña inglesa o con los agricultores franceses acongojados con el futuro. Nuestros problemas no se solucionan poniendo el epíteto de "populista" a lo que no nos gusta, no nos conviene o simplemente nos fastidia. De la misma manera que Facebook puede ser tan responsable de la victoria de Trump como lo fue de la de Obama. Para algunos es un fastidio que la gente no piense como ellos y el único remedio que se les ocurre es pensar como la gente aunque sea sin base. Porque es bueno reconocerlo: el populismo no es patrimonio de la política, también anida en el periodismo y en el análisis social.
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