La rueda

Políticos y expectativas menguantes

La honestidad empieza por cada uno, y a decir verdad muchas veces también falla la base

CARLES SANS

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Dentro de una sociedad democrática y participativa como la que vivimos, uno espera que aquellos que representan el poder político del Estado sepan aplicar estrategias, planes y soluciones a los innumerables asuntos que tiene una sociedad que iba para el bienestar y se ha quedado a la mitad. En un estudio llevado a cabo hace menos de un año por la Fundación BBVA entre diez países significativos, los españoles resultamos ser los ciudadanos que más esperamos del Estado. Al parecer, tenemos claro que debe proteger a los que están en una situación precaria, ha de procurar una cobertura sanitaria a todos los contribuyentes, ofrecer una pensión suficiente a aquellos que se jubilan y tener un control sobre las entidades bancarias, garantizando la seguridad de los ahorradores. Para que todo ello se lleve a cabo se pide franqueza a la clase política; honestidad, transparencia y cumplimiento de lo prometido; preparación, capacidad de sacrificio y, sobre todo, ejemplaridad.

Desgraciadamente, desde que la crisis se ha eternizado todas esas expectativas se han ido esfumando tras cada escándalo, tras cada corruptela y tras cada fracaso. La opinión pública tiene una profunda desafección hacia todos los políticos en general, hasta el punto de que algunos me confiesan que, al verlos, sienten la extraña sensación de observar a gente «caducada», erosionada por un sistema fallido y por una crisis ineludible que les ha arrastrado hasta un mar de sospechas y de escepticismo incrédulo. Tal vez por eso hay quien clama por gente nueva, ni que sea, me decía un escéptico, para que sean otros quienes nos decepcionen.

¿Es posible que le pidamos demasiado a un sistema deshonesto? No olvidemos una cosa: la honestidad empieza por cada ciudadano, y, a decir verdad, muchas veces también falla la base.