La rueda

Políticos o estadistas

Hay que tener ssuficiente talla para maniobrar hacia un escenario que ilusione sin correr excesivos riesgos para la estabilidad

CARLES
Sans

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Refiriéndose al resultado electoral, muchas personas hablan del desastre en el que nos hemos metido. No lo entiendo. Lo que está pasando no es ningún desastre, sino el fiel reflejo de la sociedad en que vivimos. A mí me parece más desastroso una mayoría absoluta que un país fraccionado como el que ha salido de las urnas. Los políticos deberían entender que llegado al punto en el que estamos no hay más camino que el entendimiento. Lo que ocurre es que cada uno se siente prisionero de sus promesas, una buena parte de las cuales pasan por haber repetido que jamás facilitarían las cosas a tal o cual para ayudarle a gobernar. Y ahora sienten el correspondiente pánico de dar un paso en falso ante sus votantes, y temen que se les tilde de incumplidores o incluso de traidores.

Bismarck dijo algo que deberían saber todos ellos: «El político piensa en la próxima elección; y el estadista, en la próxima generación». Y así es como ha de mirarse la situación: hay que tener talla suficiente para maniobrar hacia un escenario que ilusione y no suponga un excesivo riesgo para la estabilidad del país. Sin embargo, hay una especie de terror ciudadano hacia los pactos. Seguramente será porque hay muchos ejemplos de gobiernos de dos o más partidos que han fracasado en su gestión. Decía Emilio Castelar que los pactos son muy buenos para derribar, pero son siempre impotentes para crear.

Sea lo que fuere, me parecería un fracaso inmenso llegar a unas nuevas elecciones. Mònica Oltra, vicepresidenta de la Generalitat valenciana, decía el otro día que recurrir a ello sería como decirle a los ciudadanos que se han equivocado, que deben rectificar su voto, lo cual es improbable, al menos para un servidor que, por muchas veces que votara, dudo mucho que cambiara mi voto solo porque los líderes de cada formación no quieren variar sus promesas.