La rueda

Política pura y pura política

JORDI MERCADER

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Alfred Bosch, vicepresidente de Internacional y Cooperación del Área Metropolitana de Barcelona, gobernada por un pacto entre BC, PSC y ERC, se ha negado rotundamente a repetir esta fórmula en el Ayuntamiento alegando que los socialistas no forman parte de la «nueva política» que reclaman, a su juicio, los barceloneses. La definición de la nueva política de Bosch, por lo visto, no es la de Colau, campeona del concepto en su versión popular. La del republicano se fundamenta, sin duda, en la aceptación de la fe independentista que todo lo perdona, porque cualquiera otra consideración definitoria de puros e impuros, viejos y nuevos, chocaría con el pacto que ERC mantiene con CDC en la Generalitat.

Frente a la figura emergente de la alcaldesa, en ERC hay quien la teme como alternativa política, quien desconfía de ella como auténtica soberanista y quien ya se ha hecho a la idea de que difícilmente habrá base social mayoritaria para exigir un referéndum sin la fuerza electoral que ella representa. Los números alertan, además, de la imposibilidad de un gobierno catalán de izquierdas sin los 'comunes'. En esta duda republicana hay que situar la autonomía de los grupos municipales frente a las direcciones nacionales, una tradición que explica que los socialistas gobiernen en las cuatro capitales catalanas con BC, PP, CDC y Ciutadans.

Unos aplaudirán a Bosch por su acto de coherencia del perfecto independentista, aunque haya ignorado los mensajes del cuartel general de los 'buenos independentistas' para que aceptara la oferta de Colau, por lo que pueda pasar. Otros, lo verán como una prolongación excesiva del duelo por su discreto resultado de hace ya un año. Algunos intuirán desinterés por gobernar o afán por desmarcarse de sus predecesores, colaboradores de alcaldes socialistas. Tal vez solo se trate de una confusión entre la pura política y la política pura. Sea lo que sea, ERC tiene un problema en Barcelona.