Las nuevas formas de comunicación

La política móvil

Lo importante es comprender la profunda transformación en el modelo de relación interpersonal

La política móvil_MEDIA_3

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ANTONI GUTIÉRREZ-RUBÍ

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La revolución móvil es imparable. A la última presentación de Apple de su sorprendente iPhone 4, con evolucionadas prestaciones, se une el anuncio sobre el despegue definitivo de la telefonía móvil de cuarta generación (4G), sobre redes LTE (Long Term Evolution) que permitirán velocidades de descarga de 100 megas por segundo, como sucede ya en Suecia o Noruega.

Los móviles van a dejar de ser solo teléfonos para convertirse en el instrumento más versátil, global y potente que nunca hemos disfrutado. Cada vez más pequeños, cómodos y completos, estos nuevos dispositivos se adaptan bien a nuestra vida en movimiento.Life mobile stylees, seguramente, el concepto más transformador del comportamiento social e individual que hemos conocido hasta ahora. Estavidaprovoca mutaciones en las pautas de consumo y de uso personal y profesional, que son bien conocidas por el mercado e ignoradas por la política.

En España, además, desde el móvil se envían más SMS, se descarga más música y se accede más a internet y a las redes sociales que en el resto de Europa. Todo ello se explica por razones culturales y climatológicas. La tecnología se adapta con eficacia y comodidad a una sociedad abierta,relacionaly móvil que pasa muchas horas en la calle, en contacto con otras personas. No es extraño que sea este el país europeo donde más ha crecido la inversión en publicidadon linedurante el último año.

Frente a todo ello, la política ofrece un panorama bastante fijo y estático que podría explicar, en parte, la falta de conexión vital con la ciudadanía. La gente se ha ido a vivir a las redes sociales, mientras que la política sigue encerrada en sus sedes sociales, corriendo el riesgo de alejarse todavía más de la cotidianeidad de las personas (en su dimensión individual, cívica o profesional) si no adapta sus maneras de comunicarse, organizarse y compartir la información a través de los nuevos dispositivos.

Estamos hablando de la inaplazable transformación de las estructuras de partido a entornos digitales pensados para las aplicaciones personales y móviles: web móvil, aplicaciones para iPhone, entornos gráficos, contenidos semánticos, visualizacion, geolocalización y realidad aumentada, etcétera. Conceptos que la política asimila lentamente, mientras la vida se mueve a una velocidad de vértigo. En los próximos 18 meses, por ejemplo, se multiplicará por dos toda la información disponible en la red, subimos cada segundo más de 24 horas de imágenes en Youtube.

En España, los jóvenes entre 15 y 35 años prefieren ya el móvil al ordenador y, en EEUU, cuatro de cada diez creen que será su entretenimiento en el futuro. Dispositivos móviles que se convierten en un medio masivo, con 4.500 millones en todo el mundo, de los cuales 500 millones tienen acceso a internet (se estima que en cinco años habrá más tráfico de web móvil que de fijo).

Una nueva y poderosa arma democrática está al alcance de la mano de muchos ciudadanos. Hoy nuestros móviles tienen más tecnología que toda la que se utilizó para llevar al hombre a la Luna. Es una auténtica revolución casi comparable a la industrial, pero superior en su evolución (en el tiempo, en su extensión, penetración y capacidad). Dispositivos con cámara, grabación de imagen y sonido, lectura de QR, acceso a internet, orientados hacia las redes sociales y con innumerables aplicaciones para la socialización. Este potencial genera nuevos equilibrios entre la política y el activismo, permitiendo ejercer una ciudadanía activa, crítica y comprometida a golpe de clic sin esperar instrucciones ni aceptar dirigismos. La lógica del centralismo democrático, con su caduco modelo orgánico que otorga autoridad a la jerarquía, no encaja nada bien en una sociedad que solo acepta la autoridad que nace de la reputación y del mérito.

La política debe adaptarse a esta realidad imparable e iniciar una acelerada inmigración digital hacia entornos vitales nuevos. Debemos encontrarla en nuestro móvil, de la misma manera que encontramos nuestro banco, a nuestros amigos o nuestro trabajo. O se comprende que la tecnología móvil puede organizarnos mejor, en la sociedad del conocimiento, para la acción política, o todo lo que se haga serán imitaciones tardías, sin autenticidad y sin sentido.

Las exitosas experiencias de las recientes campañas norteamericanas y británicas están siendo estudiadas a fondo. Las elecciones son siempre una oportunidad para explorar y dar nuevos pasos, pero no se trata de experimentar con criterios fundamentalmente mediáticos para competir en una suerte de concurso dehits digitales. Sino de comprender que la vida móvil es uno de los retos culturales más importantes a los que la política democrática debe responder si quiere ser útil y práctica para la cotidianeidad. Tener la primera aplicación o servicio en la carrera competitiva por ver quién es más moderno y digital está bien, muy bien. La competición estimula. Pero comprender la naturaleza y la profunda transformación en el modelo de relación que supone la vida móvil, es lo importante.