Un poeta llamado Boris Johnson

RAMÓN LOBO

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Ya lo dijo De Gaulle: los referéndum los carga el diablo. Que se lo pregunten a los militares uruguayos y a Pinochet que perdieron los suyos siendo dictadores. A los primeros, Gabriel García Márquez les dedicó un texto sublime: “Los generales que se creyeron su propio cuento”.

Queda algo menos de un mes para la consulta sobre la permanencia del Reino Unido en la UE, el célebre 'Brexit' (abreviación de British-Exit). Una media de las encuestas recogida por el 'Financial Times' indica que un 46% se inclina por seguir, un 40% por salir y un 12% permanece indeciso. Los que saben dicen que puede pasar cualquier cosa el 23 de junio. Un último sondeo de YouGov reduce el sí a un 40%. Las apuestas, que son otro medidor, están por la permanencia aunque en las últimas semanas Ladbrokes aumentó tres puntos, a un 34%, las posibilidades de un Brexit

En este tipo de consultas la gente aprovecha para votar cualquier cosa menos lo que se le pregunta. En Irlanda son expertos en utilizar los referéndums para castigar al Gobierno de turno. En España, donde las consultas parecen imposibles, dedicamos las últimas elecciones europeas a zarandear al PP.

El primer ministroDavid Cameron, se juega el puesto. Él promueve la permanencia, igual que los laboristas y la mayoría de los liberal-demócratas. Si perdiera la consulta dimitiría en el minuto siguiente. Así funcionan las cosas en el norte de Europa. Si los grandes partidos parecen estar a favor de seguir en la UE, ¿cuál es el problema? 

El problema son los 'tories' de Cameron, los conservadores, entre los que anida desde los tiempos de Margaret Thatcher un fuerte nacionalismo posvictoriano disfrazado de euroescepticismo casi eurofóbico. El líder de este sector alérgico al continente es Boris Johnson, exalcalde de Londres y excorresponsal en Bruselas del 'Daily Telegraph', el principal diario conservador. Más allá de su repulsión a la UE, en él coinciden dos factores que no conviene olvidar: ansía el puesto de Cameron en Downing Street y lo único que parece importarle en esta vida es él mismo. Su indisimulada ambición la recubre de carisma, simpatía e inteligencia.

POPULISTA Y SARCÁSTICO

Johnson es un populista que acaba de ganar un concurso que premiaba el texto más insultante contra el presidente turcoRecep Tayyip Erdogan. Lo convocó la revista 'Spectator' en solidaridad con el humorista alemán Jan Boehmermann, que podría ir a la cárcel por tratar al líder turco como un zoófilo, algo que no gustó demasiado en Ankara. El poema de Johnson es de alto contenido erótico, lleno de dobles sentidos, eso sí desde el sarcasmo británico. Se titula 'Un muchacho de Ankara' que “iba de flor en flor, con la ayuda de una cabra, a la que ni siquiera dio las gracias”. El premio está dotado con mil libras. Pero la recompensa mayor es copar una vez más los medios tradicionales y las redes sociales.

Cameron repite la pauta en su exitosa campaña del referéndum de Escocia. Priman de nuevo los asuntos negativos: las supuestas consecuencias catastróficas si el Reino Unido deja de pertenecer a la UE. Para la banca española lo serían en potencia: el 16% de sus activos se encuentran en el Reino Unido, triplicando la media europea. Cameron esgrime los daños al bolsillo del británico medio, algo que todo el mundo entiende, además del peligro de una nueva recesión y el incremento de la amenaza terrorista. Cuenta con el apoyo de Barack Obama, que añadió al debate una buena ración de pesadillas sobre el empobrecimiento de los británicos. Si un referéndum se dilucida más en el mal humor de los que se sienten zarandeados por la crisis que en el debate reposado de las ideas, todo puede ocurrir; intervenciones como la de Obama pueden resultar contraproducentes.

APELAR A LA EMOCIÓN

Además de los 'tories', el Partido para la Independencia del Reino Unido (UKIP) es uno de los pilares de una campaña del no cuyo lema es 'Vota por salir, toma el control'. Se dirige a las emociones de un pueblo orgulloso de su historia, la Union Jack, la libra esterlina y el té a las cinco. La idea de que unos burócratas extranjeros tomen las  decisiones que afectan a los británicos tiene gancho electoral. Se pone de ejemplo a los griegos: rechazaron el ajuste en las urnas y tuvieron que envainarse la soberanía.

El manejo de la crisis económica y el debate sobre los refugiados, y la migración en general, despiertan recelos en el Reino Unido, que se considera con fuerza suficiente para navegar solo, con ayuda de EEUU. Nunca se ha sabido si el Reino Unido es un puente entre Europa y EEUU o un caballo de Troya estadounidense. Bernard Shaw dijo sobre la relación con EEUU: somos dos países separados por una lengua común.

Otra de las consecuencias de un 'Brexit' sería Escocia, que ansía seguir en la UE, y si es sin el resto del Reino Unido, mejor. Volvería la presión para un nuevo referéndum para decidir la independencia. Son tiempos de urnas, pero al final, después de todo, mandan los que mandan: los mercados. Ellos son la verdadera casa de apuestas.