Análisis

¿Podremos prescindir de los maestros?

Los nuevos robots digitales ofrecerán millones de buenos vídeos, pero difícilmente evaluarán un proyecto o harán una tutoría

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ISMAEL PALACÍN

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Bienvenidos al reino de una nueva cultura. En pocos años el mundo se ha convertido en audiovisual, extenso, inmediato y conectado. El consumo de televisión entre los jóvenes cae en favor de las píldoras de vídeo a la carta. En medio de toneladas de banalidad encuentran los vídeos de un apasionado profesor de Stanford explicando física cuántica. A un solo clic, los ingenieros de la NASA ensamblan en directo la sonda que mañana sale hacia Marte. La Khan Academy ofrece gratuitamente buenas lecciones de matemáticas y los clásicos de la literatura adoptan formatos transmedia.

Ningún maestro puede obviar que los nuevos alumnos llegan al aula con mucha información previa, no necesariamente bien articulada. Y cuando salen del aula pueden seguir profundizando sin límites en función de sus intereses y potencialidades. La autoridad del maestro ya nunca más será la de un intermediario que suministra sus conocimientos dosificados.

Cultivar la curiosidad intelectual

¿Estamos a las puertas del paraíso o del infierno educativo? El primer deber de un maestro será cultivar la curiosidad intelectual. Pero incluso si el alumno aprende a discriminar la calidad y fiabilidad de un vídeo, disfrutar de accesibilidad ilimitada a buenos contenidos no es lo mismo que aprender. Los niños deben saber convertir la información en conocimiento relevante, y este en competencias de pensamiento crítico y creativo. A las plataformas de vídeo no les preocupa que nuestros niños crezcan como persona o ciudadano, solo multiplicar los clics y la viralidad. Al buen maestro, sí.

No todo son oportunidades: algunos expertos avisan de que hiperestimular el cerebro de nuestros hijos con el consumo de contenidos solo refuerza mecanismos neurológicos de recompensa rápida, disminuyendo la capacidad de concentración. Y el efecto motivador que tienen los formatos educativos digitales está comprobado que decae en poco tiempo.

Visionar contenidos motivadores puede ser un buen recurso, pero no es el camino: se aprende con actividades analíticas, interactivas, reflexivas y expresivas. No podemos sustituir el obsoleto modelo transmisivo de los libros de texto y las lecciones dictadas por la idea romántica de que cada niño conoce por sí mismo su mejor manera de aprender.

Tareas de alto valor añadido

El gran reto de los próximos años será un aprendizaje más personalizado, en el que la tecnología es solo un posibilitador. No hagan ustedes caso a los que dicen que la alternativa es la individualización automatizada de la educación, pese a que veremos avances espectaculares. Los nuevos softwares de analítica de aprendizaje basados en big data se integrarán con las plataformas de vídeo y mejorarán su capacidad de predicción para recomendar actividades a la medida de la evolución de las dificultades e intereses de cada alumno. ¿Esto hace prescindibles los docentes? Al contrario. Veamos de ejemplo el modelo de clase invertida : el maestro diseña unos itinerarios de aprendizaje con vídeos de calidad y los alumnos trabajan estos contenidos autónomamente o en casa. El tiempo de clase sirve para que los alumnos realicen actividades, problemas y proyectos forjando estos conocimientos con el maestro. Los maestros pueden reducir las tareas de bajo valor añadido (transmitir contenidos) y centrarse en las de alto valor añadido (asesoramiento didáctico personalizado y diseño de actividades). Los nuevos robots digitales ofrecerán millones de buenos vídeos y aprenderán a corregir los exámenes memorísticos, pero difícilmente evaluarán un proyecto o harán una tutoría. En la llamada nueva ecología del aprendizaje necesitamos más maestros con esta experiencia.